miércoles, septiembre 26, 2012

razones por las que la sociedad civil no se sentará en la mesa de negociación



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Las ocho razones por las que la sociedad civil no se sentará en la mesa de negociación 

A medida que se acerca la instalación de la mesa de negociación con las Farc en Oslo crecen las peticiones y sugerencias de la sociedad civil, que quiere ser tenida en cuenta durante las conversaciones. Es un indicador de la esperanza que genera el proceso que, si el Gobierno no maneja bien, puede convertirse rápidamente en una frustración. Sobre todo porque, tal como está concebida la negociación, los ciudadanos solo jugarán un verdadero rol más adelante, en la fase de implementación.
Hoy Ernesto Samper y Horacio Serpa lanzaron una propuesta para humanizar el conflicto  y crear una comisión de la verdad. Con esa idea, Samper y Serpa se suman a otras voces, que, desde que se anunció el inicio de diálogos, han exigido una silla en la mesa.
En su gira por Europa, Piedad Córdoba y la Marcha Patriótica han insistido en la participación de la sociedad civil, y ayer las regiones, a través de sus gobernadores, pidieron ser escuchadas. El Polo, en voz de Clara López, exigió la presencia de los trabajadores en la mesa, y la ONIC, en representación de los indígenas, también quiere meter su ficha.
Estas son las razones por las que esas sillas no van a estar a la mesa de diálogo:

1
Será una negociación directa: según el Acuerdo Marco acordado entre el Gobierno y las Farc y que será la hoja de ruta de las negociaciones que arrancan en los próximos días las “conversaciones serán directas e ininterrumpidas”. Es decir, sin intermediarios. Esto ya, de plano, descarta que participen directamente en la negociación personas diferentes a los cinco negociadores escogidos por el Gobierno y los cinco escogidos por las Farc.
2
No es un intercambio de puntos: en los seis meses en los que Sergio Jaramillo y Frank Pearl estuvieron reunidos con los delegados de las Farc se llegó a una Agenda Marco que tiene como objetivo buscar una fórmula conjunta para ponerle fin al conflicto armado. No será una negociación en la que el gobierno concede ciertas cosas a cambio de que las Farc cedan en otras, sino que se construirán unos acuerdos para ponerle fin al conflicto armado. En ese contexto, la agenda de discusión está acotada a cuatro puntos: una política de desarrollo agrario integral, mecanismos de participación política para los guerrilleros, solución al problema de drogas ilícitas y cómo resarcir a las víctimas. Por ejemplo, la propuesta de Piedad Córdoba y la Marcha Patriótica de debatir todo el modelo ecónomico no cabría en esta discusión. 
3
La negociación es para poner fin al conflicto armado y no para construir la paz: el Acuerdo Marco hace una diferencia entre “terminación del conflicto” y “construcción de la paz”. El equipo negociador se encargará durante la primera fase de lo primero: lograr que las Farc tomen la decisión de acordar en un documento público que dejarán las armas y que no buscarán sus objetivos por la vía armada. Las propuestas de la sociedad civil están más orientadas a construir la paz, y cabrían cuando se aborde ese punto, en la fase de implementación.
4
El cese al fuego vendrá después de la firma del Acuerdo: según el Acuerdo Marco una cosa será la elaboración del Acuerdo Final y otra el fin del conflicto, que los negociadores definieron como “un proceso integral y simultáneo”. Este último implica un cese del fuego bilateral y definitivo, la dejación de las armas, la implementación de la política de desarrollo rural y de los mecanismos de participación política.
Como el acuerdo se rige bajo el principio de que “nada está acordado hasta que todo esté acordado” el cese del fuego es una pieza integral de la implementación del Acuerdo, que es realmente la parte clave del proceso. Por eso, aunque desde un punto de vista humanitario tienen sentido las peticiones de que se llegue ya a un cese el fuego, dentro de la lógica de como está concebido el proceso esto solo sucederá cuando las Farc hayan aceptado públicamente que dejarán las armas. 
5
En la mesa no se hablará de los hechos de la guerra: uno de los acuerdos a los que llegaron los negociadores es que no se discutirán en la mesa los hechos de guerra que sucedan paralelamente a las conversaciones. Esto permitió que, por ejemplo, la muerte del jefe guerrillero Alfonso Cano o los bombardeos al bloque que lidera ‘el Médico’ no afectaran el curso de las negociaciones. Pero también significa que las llamadas a humanizar el conflicto o a dejar a los indígenas por fuera de la confrontación, por ejemplo, tampoco cabrían en la mesa.
6
Es en la implementación del Acuerdo cuando participará la sociedad civil: la negociación está concebida de tal forma que se traslada hacia el final lo verdaderamente difícil que es la implementación del Acuerdo. En esta tercera fase, según el Acuerdo Marco, “el Gobierno revisará y hará las reformas y los ajustes institucionales necesarios para hacer frente a los retos de la construcción de la paz”. Y es allí donde se tiene previsto que participe la sociedad civil. Por ejemplo, si se crean unos consejos de reconciliación regional para concretar los programas de desarrollo rural allí participarían los indígenas, representantes de las víctimas, la Sac y demás, para aterrizar esos acuerdos.
7
Los mecanismos de acompañamiento de la sociedad durante las negociaciones ya están previstos: Mientras se firma el Acuerdo Final, está previsto que la sociedad civil pueda participar enviando propuestas a un buzón físico o electrónico, y produciendo documentos a través de foros o eventos similares. La Mesa también podrá hacer consultas directas y recibir propuestas en algunos puntos. Es posible que uno de esos espacios consultados vaya a ser el Consejo Nacional de Paz.
Este órgano del Congreso, que fue convocado por el presidente Santos hace algunos días y en el que están representantes del Estado y de la sociedad civil  (minorías étnicas, sectores industriales, sindicatos, iglesia y organizaciones sociales). Aunque no tendrá una silla en Cuba puede ser el interlocutor de la sociedad civil en el proceso.  Su composición exacta está por definirse todavía y se habla de una reestructuración, pero seguramente serán muchos quienes querrán participar en él. 
8
La negociación se quiere hacer en el menor tiempo posible: aunque en respuesta al plazo que fijó Santos de haber llegado a un acuerdo para marzo, Timochenko dijo que el proceso no establece "fechas fatales", en el Acuerdo Marco acordaron por escrito “ garantizar la efectividad del proceso y concluir el trabajo sobre los puntos de la agenda de manera expedita y en el menor tiempo posible”. En parte, esto obedece a que tanto el Gobierno como la guerrilla tienen intereses electorales y quisieran rentabilizar políticamente el acuerdo en el 2014. Pero también alargar el proceso va en contravía de la realidad militar de las Farc.
La muerte de miembros del Secretariado, incluyendo 'Alfonso Cano', muestra que en el mediano plazo van perdiendo la guerra. Y eso se ve refrendado en otras noticias, en el último mes desertó un cabecilla del frente 34 en Mutatá; fueron capturados un jefe del frente 48 en Putumayo y otro del frente séptimo en el Guaviare; murieron en combate el jefe de finanzas y de extorsiones  y la quinta cabecilla de la columna móvil Teófilo Forero en el Huila, el segundo jefe del tercer frente en Caquetá; un jefe del Comando Conjunto de Occidente en el Cauca yuno de la columna Héroes de Marquetalia en el Tolima. 
Solo ayer fue destruída una imprenta de dólares falsos de las Farc en Piendamó, Cauca, y se decomisó un millón de dólares falsos; se entregaron tres guerrilleros en la costa pacífica  ydos en Antioquia; el ejército decomisó 8 mil cartuchos y destruyó dos laboratorios de cocaína en ese mismo departamento; murió un cabecilla del frente 10 y fueron capturados otros tres guerrileros de ese frente en Arauca; y cayó un jefe de las milicias bolivarianas en Antioquia. 

sábado, septiembre 15, 2012

La prensa, el poder y su futuro


Alejandro Santos, director de SEMANA
Archivo SEMANAAlejandro Santos, director de SEMANA
MEDIOSDiscurso íntegro de Alejandro Santos, director de SEMANA, en el Foro Internacional de Periodismo, realizado en el marco de la celebración de los 30 años de la revista.
Viernes 14 Septiembre 2012
Muy buenos días a todos

Estamos realmente muy felices, pero también muy honrados, de poder celebrar estos 30 años con amigos, colegas, aliados y con todos aquellos que vemos en la información una fuente de libertad, en los medios un pilar de la democracia y en el periodismo, un espejo para entendernos como sociedad. Quiero agradecer a Pacific Rubiales por su apoyo, a nuestros distinguidísimos conferencistas internacionales y a los directores, editores y periodistas de Colombia y América Latina que lograron sacarle tiempo a esa vorágine inacabable de noticias que producen nuestros países, para refugiarse durante un día en este caluroso recinto y conversar sobre lo que hacemos. Pensar sobre el papel de la prensa en la sociedad y tratar de vislumbrar el futuro de los medios en momentos de grandes cambios y amenazas.

El periodismo es, en el fondo, la capacidad que tiene una sociedad para sintonizarse con un momento histórico. ¡Y vaya época que estamos viviendo! En Estados Unidos y Europa la prensa más seria y prestigiosa está tratando de sobrevivir y reinventarse frente al paradigma que impusieron las nuevas tecnologías. En América Latina, una prensa vigorosa y hasta ahora próspera, está poniendo el dedo en la llaga y destapando los abusos del poder político. Casos como los de El Universo en Ecuador, Veja en Brasil, o Clarín en Argentina, para citar solo algunos, dejan en evidencia la importancia que tienen los medios para las democracias. Y qué no decir del papel de la prensa en la democracia colombiana en los últimos 30 años. Una gran labor que yo resumiría en tres grandes luchas: 1. La lucha ética frente a los victimarios. 2. La lucha moral frente a la víctimas. 3.La lucha como contrapoder frente al poder político.

1. La lucha ética frente a los victimarios 
Ante todos los intentos de los tentáculos del narcotráfico por apoderarse del país, la prensa se ha convertido en la conciencia ética de la sociedad. Desde la época de Pablo Escobar que le declaró la guerra al Estado, pasando por el cartel de Cali que trató de comprarse la política, hasta el paramilitarismo que intentó apoderarse del Estado desde las regiones, la prensa ha sido la punta de lanza de la sociedad para atajar estos intentos por arrodillar o desestabilizar la democracia. Cuando el gran Guillermo Cano, director de El Espectador, denunció la llegada de Pablo Escobar al Congreso de la República, fue tildado en su momento de fundamentalista moral. Cano fue el primero en trazar la línea de lo éticamente tolerable frente a la ambición desmedida del narcotráfico por adueñarse de todo. Y como era de esperarse, fue asesinado. Su magnicidio generó la inmediata unión entre los distintos medios para enfrentar esta nueva y poderosa amenaza que solo entendía la dialéctica de la plata o el plomo. Esta alianza y colegaje de la prensa en los ochenta, que fue clave en su momento para informar y buscar la verdad en medio de la guerra declarada contra los medios, debe ser un ejemplo para la prensa mexicana que hoy vive sus momentos más difíciles frente a la escalofriante ofensiva de los poderosos carteles de ese país.

De la misma forma, cuando el cartel de Cali intentó sobornar la política en los noventa, la prensa también estuvo ahí para denunciarlo, y estalló lo que el país conoció como el proceso 8.000. Y cuando el paramilitarismo se alió con las clases políticas locales y regionales para capturar las arcas del Estado y ejercer un control territorial, la prensa también estuvo ahí y el país conoció otro capítulo oscuro de nuestra historia: la parapolítica.

2. La lucha moral frente a las víctimas 
La pregunta aquí es cuál es el papel de la información y cómo se valora la vida en un país atravesado por la cultura de la muerte. Cómo los medios pueden dignificar la vida en medio de la violencia. Cuál debe ser la voz de las víctimas en medio de la fascinación por los victimarios.

Lo primero que hay que decir es que los medios tenemos la responsabilidad moral y periodística de sensibilizar a la sociedad frente a lo que pierde con la violencia. Stalin decía: “Una muerte es una tragedia, un millón de muertes es un estadística”. Una de las responsabilidades de los medios es que la sociedad no pierda su capacidad de sorprenderse e indignarse, es decir, que a través del tratamiento informativo, se pase de la estadística a la tragedia.

¿Cómo? Buscando la verdad ¿Cuál verdad? La que emana de la sensibilidad de un criterio honesto y formado. Pero como dice el filósofo Todorov, la búsqueda de la verdad literal no es suficiente para que las sociedades superen la violencia. Es necesario conectar los procesos de victimización con las lógicas de poder. Entender que la violencia no es un fenómeno natural sino producto de un contexto político, histórico y cultural. De cómo, por ejemplo, ganaderos se organizaron en grupos de autodefensa para defenderse de las extorsiones y secuestros de la guerrilla y terminaron formando ejércitos de paramilitares que cometieron las peores masacres, desplazaron millones de campesinos y se aliaron con la clase política para capturar al Estado y ejercer un control territorial. De cómo la barbarie que hemos vivido no es un problema de unos desadaptados o de una irracionalidad sin rienda, sino de una racionalidad política y económica con objetivos muy claros.

El fenómeno del paramilitarismo se extendió en el país como una mancha de aceite durante ocho años sin que nadie dijera nada. Las pocas voces que se atrevían a denunciar eran asesinadas o estigmatizadas. Y fue solo hasta que la prensa investigó y denunció que la justicia actuó y puso contra la pared a gran parte de la clase política en un capítulo ejemplarizante para la separación de poderes de nuestra democracia.

En donde los medios debemos hacernos una reflexión es en la voz –o la falta de ella– que les estamos dando a las víctimas y las poblaciones vulnerables. Desfilan ataúdes, madres lloran a sus hijos ante las cámaras, vemos a diario viudas y huérfanos sufrir su impotencia.... ¿Pero importan? ¿Le importan al país? ¿Les importan a las clases dirigentes? ¿Les importan a los medios? El mundo rural, donde ocurre gran parte de los actos violentos, se ha ido incorporando al imaginario de nación a través de los medios por la vía de la muerte. La Rochela, Patascoy, Las Delicias, Puerres, El Salado, Macayepo, Mapiripán, van dibujando una geografía del territorio en nuestras mentes a través de la estela de la violencia. Por eso hay que fortalecer esa voz, una voz que no se expresa con toda su vitalidad y todo su orgullo, una voz de una Colombia profunda y acallada.

La otra deuda que tenemos como periodistas, sobre todo la televisión, es el de la dignidad. Esa visión periodística misericordiosa y asistencialista con las víctimas y las poblaciones vulnerables terminó siendo contraproducente: las despolitiza, les arrebata su ciudadanía y las despoja de su igualdad frente a los demás.

Grandes desafíos tenemos los medios en esta realidad convulsionada, llena de víctimas y victimarios, donde la búsqueda de la paz y la reconciliación pasa inevitablemente por la lectura que hacemos los medios de comunicación.

3. La lucha como contrapoder frente al poder político 
En estos últimos 30 años la prensa, sobre todo la escrita, ha asumido su rol de contrapoder. Lo hemos visto con escándalos como el del Grupo Grancolombiano en los ochemta, el proceso 8.000 en los noventa, y la parapolítica o las ‘chuzadas’ del DAS en 2000, para citar solo algunos ejemplos. Pero más allá de los grandes escándalos, no podemos dejar de hacerle un homenaje a los más de 120 periodistas que han sido asesinados en Colombia en los últimos 30 años, haciendo un periodismo más silencioso pero más valiente, un periodismo que se atreve a denunciar y a destapar para que este sea un país más informado y más libre. ¿Cuál habría sido el curso de la democracia colombiana sin el papel crítico y fiscalizador de la prensa.

La gran pregunta ahora es cuál va a ser el papel de esa prensa en los próximos 30 años. Si los medios de América Latina nos miramos en el espejo de lo que ocurre en Europa y Estados Unidos, el panorama es bastante desalentador. Prensa, radio y televisión tienen su modelo de negocio amenazado por las redes sociales, internet y los gigantescos buscadores, las salas de redacción están semivacías por los recortes de personal, cada vez hay menos corresponsales y unidades de investigación, y cada vez hay más periodistas demasiado jóvenes y demasiado baratos. Cabe preguntarse cómo encaja el periodismo de calidad, en este nuevo modelo, el de la profundidad, la denuncia y el análisis, el de los grandes reportajes e investigaciones, el que requiere tiempo y plata, en un mundo mediático cada vez más inmediatista y donde cada día se vuelve más escaso el tiempo y más esquivo el dinero.

Se ha dicho a los cuatro vientos que hacer un buen periodismo es suficiente para que los medios sobrevivan. Tengo mis dudas. Es indispensable pero no suficiente. El Guardián quizá hoy el mejor periódico del mundo, el que tuvo el valor de denunciar a sus colegas del imperio Murdoch por chuzar teléfonos, el que tiene su credibilidad en el cenit de su ya larga trayectoria, está hoy en dificultades económicas. Prestigio periodístico, lamentablemente, no significa un medio rentable. Hasta The Economist, la nave insignia del periodismo global, que se veía navegando imperturbable con su periodismo serio, inteligente y sarcástico, en medio de esta tormenta, tiene ya las velas raídas. Lo insólito es que no es una crisis de audiencias, de lectores, de gente ávida de información, sino de publicidad. A pesar de que los medios tienen hoy más lectores, más televidentes y más oyentes, la publicidad no refleja la magnitud de estas audiencias. Una paradoja triste e inquietante.

Estamos en momentos de grandes transformaciones: cambian las tecnologías (redes sociales o internet), cambian las plataformas (Ipad o móviles), cambian las audiencias, cambia la propiedad de los medios, cambian las posibilidades de acceso a la información, pero lo que no cambiará nunca es la esencia del periodista, la del hombre que observa, piensa y analiza, la del corazón que hace palpitar el periodismo. Por eso, en medio de las angustias y los temores, de los cambios necesarios, de la concentración de la información que ya no se puede ver con prejuicio ni con nostalgia, o de los caminos que cada uno elige para reinventarse en este nuevo mundo, hay que proteger una sola cosa: el periodista. Buscar su talento, forjar su criterio, estimular su sensibilidad y blindar su integridad. Es lo que en el fondo le da sentido al periodismo en una democracia. Todos los conferencistas hoy, los moderadores y panelistas, fueron en su momento reporteros y redactores y construyeron su criterio y su voz propia al amparo de una libertad y de un sistema de valores, y de esa atmósfera intelectual y periodística apasionante que es vivir la realidad a través de una sala de redacción. Atmósfera que va desde la gloria que saborearon Woodward y Bernstein con Watergate en el Washington Post, hasta la reflexión y autocrítica que debieron hacerse el Wall Street Journal y el New York Times de por qué se engendró la peor crisis del capitalismo financiero en sus narices y no se dieron cuenta.

O de la angustia colectiva, que oscilaba entre la rabia y el temor que compartió el equipo periodístico de SEMANA al denunciar las chuzadas del DAS, cuando nadie lo creía posible, y en medio de una campaña de desprestigio en contra de la revista, pero que, al final del día, puso a prueba la fuerza de nuestras convicciones periodísticas y democráticas.

A los medios nos gusta citar a Albert Camus cuando dice que el periodismo es el oficio más bello del mundo. Y quizá lo sea. Pero más que bello es apasionante. Por eso, frente a la realidad que estamos viviendo los periodistas y para lo que se nos viene encima, solo veo una opción: imaginación. Permítanme citar a otro autor francés, Marcel Proust, quien dijo: “Las mujeres bonitas son para los hombres sin imaginación”. Por eso, para ser creativos, a los periodistas nos va a tocar entonces rodearnos de mujeres y hombres feos para sobrevivir, si no al oficio, al menos a nuestra propia vanidad.

en http://www.semana.com/nacion/prensa-poder-su-futuro/184686-3.aspx

lunes, septiembre 03, 2012

Qué es Cultura Mainstream


Habla el filósofo de la nueva cultura mundial

Habla el filósofo de la nueva cultura mundial
Martel ha sido profesor en el Institut d'Études Politiques (Sciences Po), de París, y presenta el programa 'Masse Critique', en el canal France Culture.

Frédéric Martel se volvió una 'estrella' literaria internacional con su ensayo 'Cultura Mainstream'.

Durante cinco años, el periodista y sociólogo francés Frédéric Martel se metió en las entrañas de Hollywood y de Bollywood (la multimillonaria industria del cine indio) intentando entender la geopolítica mundial de la cultura y el entretenimiento. También saltó de MTV a TV Globo, de Brasil, y visitó los multicines de los barrios residenciales de EE. UU. y África subsahariana, donde son escasos. Acompañó al actor Robert Redford a hacer lobby en el Senado americano y se metió en los territorios ocupados de Cisjordania y Gaza para entender la influencia de los medios y de los cantantes árabes.
El resultado de sus viajes es el libro Cultura Mainstream, que editorial Taurus publicó este año en español; un retrato de la "banalización de la cultura", que Mario Vargas Llosa critica en La civilización del espectáculo: el auge y dominio de la cultura de masas. Pero Martel se considera "más optimista que muchos". A diferencia del peruano, él ve la nueva guerra por dominar los contenidos culturales como algo con lo que hay que convivir y procura no tomar posiciones.
¿Por qué usa la palabra inglesa 'mainstream' en el título de su libro?
Creo que hemos usado tanto tiempo los términos 'cultura de masas' y 'cultura popular', que ya no significan nada. Gracias a la globalización y a la digitalización, la cultura es muy diferente hoy de lo que fue en las décadas de 1940 o de 1950. La palabra mainstream (algo así como corriente dominante -aquello que seduce a todo el mundo-) me parece más interesante de usar. Creo que este término sobrepasa la tradicional separación entre el arte y el entretenimiento, entre la cultura local y la global, entre la cultura análoga y la digital.
¿Cree que esa cultura 'mainstream' hace que los espectadores sean menos exigentes?
En Europa, EE. UU. y América Latina creemos en la distinción entre el arte y el entretenimiento. El filósofo alemán Theodor Adorno, por ejemplo, sostenía que el jazz no era música, porque era un entretenimiento de negros. Pero hoy en día esta distinción no funciona. La gente puede leer a Montaigne o a Goethe durante el día y ver Avatar en la noche, sin pensar que está equivocada. Los videojuegos, el arte de Internet, las tiras cómicas, las series de televisión estadounidenses, el diseño y hasta las telenovelas pueden ser arte. Yo confío mucho en el público y creo que es mucho más sofisticado que antes.
¿Dónde quedan entonces la belleza y la importancia del arte?
Star Wars, Toy Story o Avatar pueden ser arte. Internet y la globalización no son sinónimo de menor calidad. Creo que el estándar básico aún se mantiene, pero es menos rígido y jerárquico. Hoy, cada persona tiene su propio criterio y no se deja influir tanto por la prensa y la crítica oficial.
¿Qué papel jugarán los museos, instituciones que desde hace un tiempo luchan por atraer visitantes?
Hay que hacer una distinción importante entre la cultura de reproducción en masa (películas, libros, música, videojuegos...) y la cultura que no sigue esos lineamientos, como son los museos y espectáculos en vivo. Desde hace mucho, hemos podido determinar que el negocio del teatro, la danza y la pintura es diferente al de la reproducción. El número de sillas disponibles en un teatro o de personas admitidas a un museo no se puede multiplicar. Los museos deben estar acordes con las nuevas tecnologías; deben contar con tiendas y restaurantes para financiarse. El Instituto de Artes, en Chicago; el Moma, de Nueva York, o el MFA, de Boston, son buenos ejemplos de modernización interesante; mientras que el Getty, en Los Ángeles, y el Whitney, en Nueva York, son ejemplos de lo que no se debe hacer.
¿Cómo cree que estos cambios afectarán el protagonismo mundial que los productos culturales estadounidenses tienen hoy?
Si mi libro Cultura Mainstream ha sido publicado en 20 países es por una sencilla razón: la conclusión de mi investigación demuestra que los EE. UU. no son los únicos en el concurso cultural mundial. Los países emergentes no solo están surgiendo por su economía, sino también con su cultura y medios de comunicación. Por supuesto, EE. UU. sigue siendo la única superpotencia en este tipo de productos. Sus exportaciones suman más del 50 por ciento de los bienes y servicios culturales del mundo. Europa está en declive, a pesar de tener 27 países, mientras que los países emergentes están en auge, con ejemplos como China, India, Brasil, Sudáfrica, México, Indonesia, Turquía e Irán. Y estoy seguro de que Colombia será un país de cultura emergente.
¿Cómo ha mantenido Estados Unidos ese poder?
Estados Unidos tiene un gran presupuesto público, un poderoso lobby a través del Congreso y de su red de embajadas en el extranjero, una libertad de creación, conglomerados industriales muy poderosos, la cultura del marketing, agencias de talentos y universidades importantes.
¿Cómo se está dando la globalización de los contenidos?
Tenemos una cultura dominante y global, uniforme en los cinco continentes. Sin embargo, eso es solo una pequeña parte del panorama. La cultura local, nacional y regional es mucho más eficiente. En realidad, solo una pequeña parte de la cultura es global. Y esto también es cierto para la digitalización.
¿Qué ejemplos ha encontrado de esta tendencia?
Mire no más las telenovelas en Rusia, los dramas de Asia en África subsahariana, las series turcas en Marruecos. El surgimiento global de Al Yazira (Catar), TV Globo (Brasil), Televisa (México) y CCTV (China) está cambiando la cara global de la cultura. Las telenovelas me resultan muy interesantes, al igual que les feuilletons du Ramadan (telenovelas musulmanas) y los melodramas asiáticos.
¿Por qué prefiere hablar de 'industrias creativas o de contenidos' en lugar de 'industrias culturales'?
'Industrias culturales' es la expresión tradicional, pero no refleja la realidad actual. Hoy en día, la cultura es cada vez menos un producto y se convierte cada vez más en servicios, formatos y corrientes, que no nacen en grandes estudios, como ocurrió en la época dorada de Hollywood. Hoy, las empresas por lo general son independientes y subcontratan a cientos de pequeñas empresas para hacer las películas. Las grandes industrias culturales son vistas, casi siempre, como algo malo, cuando deberían verse de una manera más neutral. Las industrias culturales no son buenas o malas por sí mismas. Eso depende.
Más de un lustro investigando la cultura de masas
'Cultura Mainstream', el sexto libro de Martel, es resultado de una investigación de más de cinco años en los que el sociólogo recorrió Estados Unidos, Europa y partes de África y el Medio Oriente para entender el cambio de la cultura de masas. El libro es de la Editorial Taurus y vale 49.000 pesos.
El autor de la contra-cultura
Frédéric Martel se dio a conocer tras la publicación en inglés de 'The Pink and the Black, Homosexuals in France since 1968' ('Rosa y negro. Los homosexuales en Francia, desde 1968'). 'Cultura Mainstream' fue portada de la sección de artes del diario 'The New York Times' en el 2006.

CARLOS RESTREPO
Cultura y Entretenimiento