domingo, febrero 18, 2018

aumentó el abismo entre millonarios y pobres

El 82% de la riqueza creada en el mundo el año pasado fue para el 1% más rico de la población.


 
27 de enero 2018 , 10:43 p.m.
Cada año, por esta época, lo más selecto de la élite política y económica mundial reunida en el Foro Económico de Davos recibe un documento de menos de 100 páginas que provoca un estruendo en la apacible ciudad alpina.
Se trata del informe de Oxfam, confederación internacional de 20 organizaciones que trabaja en 90 países, y cuyo propósito es “hacer campaña por un futuro más justo”. En Colombia trabaja desde hace más de 30 años con víctimas del conflicto, mujeres indígenas, campesinas y afrodescendientes tanto en áreas rurales como en barrios populares.
Precisamente, Oxfam publica su informe sobre desigualdad en el marco de la cumbre en Suiza “para garantizar que las personas más poderosas del mundo escuchen nuestro mensaje: que deben actuar para acabar con la desigualdad extrema”, dice desde República Dominicana Rosa Cañete, responsable del programa de lucha contra la desigualdad y la captura del Estado en América Latina y el Caribe. “Las personas que participan en Davos son parte del problema y deben ser parte de la solución”, argumenta ella.

En esta ocasión, el informe se tituló ‘Premiar el trabajo, no la riqueza’. ¿Por qué? La principal conclusión “muestra cómo la economía mundial posibilita que los más ricos sigan acumulando vastas fortunas, mientras que cientos de millones de personas luchan cada día para sobrevivir con salarios de pobreza”, se lee en este.

Los resultados son abrumadores. Revela, por ejemplo, que el 82 por ciento de la riqueza mundial generada durante 2017 fue a los bolsillos del 1 por ciento más rico de la población, mientras el 50 por ciento más pobre –3.700 millones de personas– no recibió nada de dicho crecimiento. Por eso, Oxfam hizo “un llamamiento a los gobiernos para que garanticen que nuestras economías funcionen para todas las personas y no solo para una afortunada minoría”.

Se ven nubarrones en el horizonte. “Si este enorme desequilibrio no cambia, nos arriesgamos a grandes tensiones sociales que generan gran desestabilización política”, dice el economista Camilo Ruiz, miembro de la red de Justicia Tributaria. “Y, también, tristemente a que se pierdan generaciones enteras porque sus ingresos no les dan para acceder a servicios elementales como agua potable, salud y educación”.

Cada ítem es impactante. Así como casi la mitad de la humanidad se quedó en ceros, el año pasado se produjo el mayor aumento de la historia en el número de personas cuyas fortunas superan los mil millones de dólares, con “un nuevo milmillonario cada dos días”. En tan solo 12 meses, la riqueza de esta élite aumentó en 762.000 millones de dólares. Con este incremento podría haberse terminado con la pobreza extrema en el mundo hasta siete veces.
Colombia es el segundo país más desigual en la distribución del ingreso en la región. El 1 por ciento más rico de la población concentra el 20 por ciento del ingreso
¿Se podrá revertir este panorama? César Rodríguez Garavito, director del centro de pensamiento De Justicia, pone la lupa en los líderes políticos actuales, en particular los de las economías más fuertes. De entrada, dice que no les ve intenciones de cambio. Al contrario, “decisiones recientes como las del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de dar beneficios fiscales aún mayores a las personas más ricas van en la dirección de aumentar los niveles de desigualdad que acaba de mostrar Oxfam”.

Pero si en el mundo llueve, en el país no escampa. “La desigualdad en Colombia es superior a la de la mayoría de los países en la región. Según los últimos datos publicadas por la Cepal, es el segundo país más desigual en la distribución del ingreso en la región. El 1 por ciento más rico de la población concentra el 20 por ciento del ingreso”.
Un encuentro en Suiza
En esta ocasión, se dio la circunstancia de que Winnie Byanyima, directora ejecutiva de Oxfam, presentó el informe en el foro en el que participó el presidente Juan Manuel Santos. “Esperamos conversar también con los candidatos en esta campaña”, dice Cañete. La intención es entregárselo a quien gane las elecciones.

En esta parte del continente, la escena también es desoladora. El 1 por ciento más rico de América Latina y el Caribe concentra el 37 por ciento de la riqueza, mientras el 50 por ciento más pobre solo accede al 3,5 por ciento de la riqueza total de la región. Hay más. De la riqueza que se generó aquí en 2017, el 95 por ciento se la embolsó el 10 por ciento más rico de la población. Mientras, los 300 millones de personas más pobres perdieron 22.000 millones de activos durante el mismo periodo de tiempo.

Entre los vecinos, Colombia ocupa el primer lugar en el porcentaje de tierra concentrada en el 1 por ciento de las fincas. “Esto perpetúa la pobreza y la exclusión de los habitantes del campo”, sostiene el escrito.

Ante este panorama, Jorge Iván González, Ph. D. en Economía de la Universidad de Lovaina, se muestra escéptico sobre los tiempos por venir. “Como vamos, la situación va a empeorar”, pronostica. Para él, con cada informe anual de Oxfam queda claro que el mundo es más injusto. “Como dice Thomas Piketty, vivimos tiempos en que los ingresos de quienes tienen capital y activos crecen exponencialmente”, agrega.

¿Es posible buscar la raíz del problema? Al examinar en qué sectores están los más ricos, se ve que un tercio de la riqueza global de los multimillonarios que recoge ‘Forbes’ es “heredada” y otro tercio se produce en sectores o monopolios como las telecomunicaciones y la minería o en sectores que dependen fuertemente de contratos públicos, como la construcción o las farmacéuticas. “Es evidente que la familia donde se nazca y las relaciones primarias y clientelares entre élites políticas y empresariales son determinantes en la acumulación de riqueza. Muy al contrario de lo que nos enseñaron, el trabajo duro y el esfuerzo no están siendo premiados por el sistema”, sentencia el informe.
La familia donde se nazca y las relaciones clientelares entre élites políticas y empresariales son determinantes en la acumulación de riqueza. El trabajo duro y el esfuerzo no están siendo premiados
En sus 90 páginas se lee también que “esta extrema concentración de la riqueza es posible gracias a un sistema que no está premiando el trabajo o el esfuerzo, un sistema que no está funcionando para la mayoría sino solo para unos pocos”. 

Entre lo malo, si se busca, siempre se hallará algo peor. Es la lamentable situación de las mujeres. En los países distantes, o a la vuelta de la esquina. Las mujerescampesinas que viven en Colombia, para citar un caso, según el informe, en promedio obtienen apenas dos dólares diarios de ganancias; y eso cuando les va bien.

Este abismo de los ingresos menores para las mujeres en comparación con los de los hombres, en el mismo oficio, no solo se da monte adentro, sino en todas las bulliciosas urbes de planeta. Aunque distintos gobiernos han hecho esfuerzos por buscar un equilibrio, los resultados hasta ahora “son insuficientes”. De hecho, al actual ritmo de cambios, llevará 217 años cerrar la brecha salarial y de oportunidades laborales entre hombres y mujeres a nivel global. ¡Esto es para dentro de dos siglos!

Para José Guillermo García, quien entre 2012 y 2016 fue decano de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional, se llegó hasta aquí porque la teoría que más influye en el desarrollo institucional “promueve el mercado un poco a ultranza”. Pero, argumenta García, esa teoría falla en la comprensión de los efectos del mercado sobre la distribución de la riqueza en las sociedades modernas. 

“El mercado, como lo sugirió Prebisch hace varias décadas, es bueno para impulsar el crecimiento, pero esto no sirve para disminuir la desigualdad. Esto es aún más cierto con las instituciones actuales que favorecen y facilitan los mecanismos que inducen a una mayor concentración de la propiedad de los activos y la riqueza”.

Pero, entonces, ¿qué hay que hacer? García dice que “al igual que la violencia se domestica, también el mercado debería ser domesticado al servicio del conjunto de la sociedad”. ¿Y si no? “De no ser así, es probable que el mercado acabe con el ambiente, con la misma sociedad y con el propio mercado”, concluye.

ARMANDO NEIRA
EL TIEMPO
En Twitter: @armandoneira
http://www.eltiempo.com/economia/sectores/desigualdad-aumento-en-el-2017-y-la-brecha-entre-ricos-y-pobres-175900

impuesto para la carne

Aumentan adeptos de gravar los productos de origen animal, para frenar el cambio climático. 



 
13 de enero 2018 , 09:58 p.m.
Algunos inversionistas le apuestan a que gobiernos de todo el mundo apliquen impuestos a la producción de carne para mejorar la salud pública y alcanzar las metas de emisión de carbono del Acuerdo Climático de París.
Quienes comparten ese enfoque socioambiental han empezado a presionar a los fabricantes para que diversifiquen sus portafolios de proteínas vegetales. Sugieren, incluso, que los ganaderos utilicen un ‘precio sombra’ de la carne, similar al del carbono, para que desde ya estimen los futuros costos sociales y ambientales de ese producto.
De hecho, la carne podría enfrentar el mismo destino del tabaco, que ya ha sido gravado en 180 países; del carbono, al que 60 naciones le han fijado un impuesto, y del azúcar, gravada por 25 jurisdicciones en el mundo. De acuerdo con un informe de la red de inversores Farm Investment Risk and Return (Fairr), de Londres, el producto que inevitablemente sigue en la lista de los gravámenes es la carne. 

Según la Fairr, dicho impuesto es necesario y será inevitable. Los datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) señalan que la ganadería es responsable de casi el 15 por ciento de todos los gases de efecto invernadero. Además, en muchos países la ingesta de carne suele ser mucho mayor a la recomendada, lo que desencadena varios problemas de salud.

Pese al costo ecológico de su producción, el consumo de carne va en aumento. La FAOproyecta que crecerá 73 por ciento de aquí a mediados de este siglo. Y los cálculos de Fairr señalan que en el 2050 eso podría generarle a la economía global hasta 1,6 billones de dólares en costos ambientales y de salud.

“Los inversionistas están comenzando a considerar estas proyecciones con la misma preocupación con la que han considerado el riesgo climático”,
 dice Rosie Wardle, quien gestiona los compromisos ambientales y sociales en Fairr. 

Jeremy Coller, fundador de la red de inversionistas, le dijo a ‘The Guardian’ que “si los diseñadores de políticas deben cubrir el costo de epidemias humanas como la obesidad, la diabetes y el cáncer, a la vez que abordan desafíos como el cambio climático y la resistencia a los antibióticos, los impuestos a la carne parecen inevitables”.
Si se ponen impuestos del 40 por ciento a la carne, del 20 por ciento a los productos lácteos y del 8,5 por ciento al pollo, se evitarían casi medio millón de muertes al año
Un reciente informe del programa Oxford Martin sobre el Futuro de los Alimentos calcula que si se ponen impuestos del 40 por ciento a la carne, del 20 por ciento a los productos lácteos y del 8,5 por ciento al pollo, se evitarían casi medio millón de muertes al año y se reducirían ostensiblemente las emisiones que aceleran el cambio climático. 

El mismo estudio estima que las emisiones de la industria alimentaria se reducirían casi dos tercios si todo el mundo se volviera vegetariano. “Lo ideal sería reducir el consumo de productos de origen animal en un 50 por ciento para el 2040”, le dijo Cristina Rodrigo, miembro del programa, al diario español ‘El País’.

María Lettinni, directora de Fairr, admite que el impuesto a la carne es indispensable para cumplir con el Acuerdo de París. “En tanto la implementación del acuerdo climático avance es probable que se impulsen acciones gubernamentales para reducir el impacto ambiental del sector ganadero. El impuesto a la carne emergerá y se generalizará en el transcurso de la próxima década”, pronosticó ella en ‘The Guardian’, antes de señalar que los dineros que se recauden deberían subsidiar alimentos más sanos y de origen no animal. 

De acuerdo con la FAO, la industria ganadera ha crecido muy rápido en las últimas décadas, sobre todo en los países desarrollados. Y la expansión de ese sector ejerce cada vez mayor presión sobre los recursos naturales: los pastizales se deterioran velozmente, los recursos hídricos escasean y la deforestación aumenta, al igual que la contaminación del aire y del suelo. La excesiva cría de ganado ha derivado en la erosión de los suelos y la deforestación ha causado importantes daños ambientales, como la extinción de cientos de especies animales y vegetales. 

Además, la ganadería es considerada como una de las mayores causas de contaminación del agua, pues contribuye a la eutroficación, un proceso en el que se disminuyen las partículas de oxígeno en el recurso hídrico, lo cual propicia el deterioro de los arrecifes de coral y genera zonas muertas en las áreas costeras.

La FAO advierte que las principales fuentes de contaminación son los residuos animales, los antibióticos y las hormonas, las sustancias químicas de los curtidos, los fertilizantes, los plaguicidas utilizados para los cultivos de pasto y los sedimentos de los pastizales erosionados. 

Según esa institución, la producción de carne y de leche vacunas es responsable de la mayoría de emisiones de gases de efecto invernadero del sector agropecuario (41 y 20 por ciento, respectivamente). La carne de cerdo y la carne y los huevos de aves de corral contribuyen con el 9 y el 8 por ciento de las emisiones. 

Si se miran con mayor detalle las actividades relacionadas, la producción de alimentos especiales para animales y la fermentación que se produce en el aparato digestivo de los rumiantes son las fuentes principales de emisiones de gases con efecto invernadero y responsables, respectivamente, del 45 y el 39 por ciento de las emisiones del sector. El almacenamiento y la elaboración del estiércol representa el 10 por ciento. 

El resto se atribuye al consumo de combustible fósil a lo largo de las cadenas de suministro pecuario y a la expansión de los pastizales y cultivos forrajeros a expensas de los bosques
Existen prácticas y tecnologías que pueden reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, pero, de acuerdo con la FAO, aún no están muy difundidas. Algunos sectores de la industria ganadera están cobrando conciencia de la relación directa que existe entre la intensidad de las emisiones de gases y la eficacia con que se utilizan los recursos naturales.

Saben que a mayores emisiones de óxido nitroso, metano y dióxido de carbono (los tres principales gases de efecto invernadero emitidos por la industria pecuaria) hay más pérdidas de energía y materia orgánica y, en consecuencia, menos eficacia y productividad. 

Muchos saben de la necesidad de mejorar la eficiencia de la producción y lo están haciendo: cambian a concentrados de mejor calidad, balancean la dieta de los animales para reducir las emisiones entéricas y del estiércol, mejoran la selección y la sanidad animal y ayudan a reducir la parte improductiva del hato, entre otras medidas. Sin embargo, estas tecnologías no parecen ser suficientes. 

Los miembros del Comité de Ética de Dinamarca han debatido si es más adecuado dejar a los consumidores en libertad de tomar decisiones más respetuosas con el ambiente o si debería ser labor de los gobiernos orientarlos en la dirección correcta mediante impuestos que graven los alimentos que tienen un impacto negativo en el clima. 

Mickey Gjerris, portavoz del comité, admite que son los ciudadanos los que tienen la obligación de cambiar sus hábitos de alimentación. “Pero si se deja esta opción a los consumidores, no será efectiva. Una respuesta eficaz y que contribuya a crear conciencia sobre el cambio climático requiere de leyes para regular los alimentos que destruyen los recursos naturales y que, de distintas formas, dañan nuestra salud”, concluye Gjerris.
Las metas del Acuerdo de París
El Acuerdo de París busca evitar que el incremento de la temperatura media del planeta supere los 2 ºC respecto de los niveles preindustriales. El convenio plantea la mayor ambición posible para reducir los riesgos y los impactos del cambio climático e incluye todo lo necesario para alcanzar este objetivo. 

Así mismo, reconoce la necesidad de que las emisiones toquen techo lo antes posible, y asume que esta tarea tomará más tiempo en los países en desarrollo. En cuanto a la reducción de emisiones, se establece la necesidad de conseguir la neutralidad, es decir, un equilibrio entre la emisión y la absorción de gases de efecto invernadero, en la segunda mitad del siglo.

EL TIEMPO*
*Con información de Bloomberg
en http://www.eltiempo.com/economia/sectores/propuesta-de-ponerle-impuesto-a-la-carne-tiene-cada-vez-mas-acogida-170714 

"El país está diseñado para robar": Gilberto Tobón Sanín, Abogado (juli...

Desarrollo Sostenible

Cara a cara sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU

Una clasificación sobre el cumplimiento de estas metas ubicó a EE. UU en el puesto 42 de 157 países.
 
06 de enero 2018 , 10:14 p.m.
Los errores de una medición
Se ha creado un nuevo tablero que pretende calificar el grado de avance de los países en los objetivos para el desarrollo, pero que poco nos dice sobre los grandes retos de la humanidad. En su lugar, pone en evidencia las insuficiencias de la desenfocada agenda global que hoy se sigue para el desarrollo.
El nuevo informe, supervisado por Jeffrey D. Sachs y publicado por la Red de Soluciones Sostenibles de las Naciones Unidas y la Bertelsmann Stiftung de Alemania, grafica en colores el avance de los países en su implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), la importante agenda que sucedió a los muy eficaces Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) desde enero del 2016. El verde indica que todos los indicadores de un objetivo se han logrado satisfactoriamente, mientras que, respectivamente, el amarillo, el naranja y el rojo apuntan a distancias crecientes para alcanzarlo.
Se podría esperar que la calificación revelara cuán bien los países ricos asignan su ayuda para el desarrollo y cómo los países con menos recursos destinan sus fondos propios para asegurar que más gente tenga acceso a educación, atención médica, seguridad alimentaria y un ambiente seguro y limpio, es decir, los retos fundamentales para el desarrollo del planeta. Pero en lugar de ello, el índice nos muestra que Camboya (donde más del 20 por ciento de la población vive con menos de 1,90 dólares al día) obtiene un verde, superando a una España, naranja, en la implementación del ODS 1: ‘Acabar con la pobreza en todas sus formas en todo el planeta’. 

En cuanto a eficiencia gubernamental, el informe afirma que Italia lo está haciendo peor que todos los países, excepto Venezuela, en una lista encabezada por Singapur y, lo que es más sorprendente, Ruanda.

Estados Unidos alcanza una sorprendente cantidad de rojos y amarillos, y sale en el puesto 42 de un total de 157 países. De hecho, no logra verde en ninguno de los 17 ODS y comparte este dudoso honor con Grecia, Italia, Letonia, México, España y Turquía, entre otras naciones. En contraste, Yemen, país asolado por la guerra, obtiene verde tanto para ‘Acción climática’ como ‘Colaboración para el logro de los objetivos’.

Es popular y fácil atacar a Estados Unidos, pero los contribuyentes de ese país representan casi un cuarto de todo el dinero destinado a la ayuda directa para el desarrollo. Pareciera que un informe que da al mayor donante global la clasificación más baja posible para ‘Colaboración para el logro de los objetivos’ tiene algunos problemas de fondo. Basta con señalar que Birmania y Uzbekistán comparten marcas verdes en esta categoría.

Estados Unidos obtiene apenas un amarillo para el ODS 3, que cubre la sanidad y el bienestar. ¿Por qué, si la expectativa de vida en Estados Unidos es relativamente alta y la mortalidad neonatal y maternal es baja? 
Resulta que su puntuación general cae por su alto número de muertes en accidentes de tráfico. Pero mezclar accidentes automovilísticos en Ohio con mortalidad neonatal no hace más que enturbiar la agenda para el desarrollo internacional.

De hecho, Australia recibe un rojo en el ODS ‘Acabar con el hambre’, no debido a altos niveles de inanición ni deficiencias de micronutrientes, sino a sus altos índices de obesidad y los menores rendimientos de su agricultura extensiva.

No hay duda de que la obesidad y la eficiencia agrícola en los países ricos son importantes. Pero perdemos de vista lo que realmente importa: unos 795 millones de personas en el mundo no comen lo suficiente como para tener una vida activa y saludable. Eso es cerca de uno de cada nueve habitantes de la Tierra.

Tras todo esto hay un problema mayor: los ODM funcionaron porque eran pocos (19) y muy específicos, mientras que los ODS abarcan 17 objetivos y 169 metas.

Solucionar las deficiencias de micronutrientes fue uno de los 19 objetivos específicos identificados por un panel de economistas premiados con el Nobel que estudiaron las maneras más eficaces, en función de los costos, para ayudar a la gente, proteger el planeta e impulsar la prosperidad. 

Los análisis demostraron que centrarse en los 19 objetivos principales lograría cerca de cuatro veces más en términos de bienestar que tratar de distribuir fondos entre 17objetivos y 169 metas. Y por eso hoy los países están haciendo la priorización que la ONU no pudo hacer. 

El peligro real es que no sean los objetivos con los que se podría lograr el mayor bien por cada dólar, libra o peso, sino los que tengan el mayor atractivo para los medios, atención de las ONG o interés de las grandes empresas.

Necesitamos llevar la agenda para el desarrollo a sus temas más básicos y centrarnos en las áreas donde cada dólar gastado pueda lograr lo mejor para la humanidad.
 Solo así un tablero de puntuación nos ayudará a lograr el máximo avance en estos temas.
Las cifras son elocuentes
Al medir los avances hacia el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, Estados Unidos se situó en el puesto 42 de 157 países, según el más reciente reporte del Índice de ODS, en cuya dirección participo. Esto ha dejado perplejo al autor danés Bjørn Lomborg. ¿Cómo puede un país tan rico obtener un puntaje tan bajo? “Es popular y fácil atacar a Estados Unidos”, conjeturó.
 
Estados Unidos se ubica muy por detrás de otros países de altos ingresos porque su plutocracia les ha dado la espalda a la justicia social y la sostenibilidad ambiental durante años
Pero esto no se trata de criticar a Estados Unidos. El Índice de ODS se basa en datos comparables internacionalmente sobre los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. El verdadero punto es este: el desarrollo sostenible abarca la inclusión social y la sostenibilidad ambiental, no solo la riqueza, y Estados Unidos se ubica muy por detrás de otros países de altos ingresos porque su plutocracia les ha dado la espalda a la justicia social y la sostenibilidad ambiental durante años. Y hoy estos intereses particulares –de las grandes petroleras, la asistencia médica privada, el complejo militar-industrial y Wall Street, principalmente– se sienten especialmente fuertes con la administración de Donald Trump.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible piden mitigar el cambio climático a través de la descarbonización (ODS 7 y 13), pero Trump anunció, por influencia de los grandes intereses petroleros y del carbón, que retirará al país del acuerdo climático de París: un país con las emisiones anuales per cápita de CO2 (relacionadas con energía) más altas del mundo para una economía grande. Esto, mientras que la Agencia de Protección Ambiental desmantela regulaciones medioambientales cada semana.

Los ODS también demandan una reducción de la desigualdad de ingresos (ODS 10), lo que ha aumentado mucho en Estados Unidos en los últimos 30 años: el coeficiente de Gini se sitúa en 41,1 y es el segundo más alto entre las economías de altos ingresos, justo detrás de Israel (42,8). Y las iniciativas republicanas de recortes de impuestos incrementarían la desigualdad aún más. 

La tasa de pobreza relativa de Estados Unidos (hogares con menos de la mitad del ingreso medio) es del 17,5 %, también la segunda más alta en la Ocde (nuevamente detrás de Israel).

De la misma forma, aunque los ODS apuntan a empleos dignos para todos (ODS 8), los trabajadores estadounidenses son casi los únicos en la Ocde que no tienen garantizada la licencia por enfermedad retribuida, el permiso familiar ni los días de vacaciones. Y alrededor de nueve millones de trabajadores están por debajo de la línea de pobreza.

Estados Unidos también sufre de una epidemia de malnutrición a manos de la poderosa industria de la comida rápida, que ha envenenado a la población con dietas llenas de grasas saturadas, azúcar y aditivos químicos. El resultado es una tasa de obesidad del 33,7 por ciento, la más alta en la Ocde. La esperanza de vida saludable (años sin morbilidad) del país es de solo 69,1 años, frente a los 74,9 años de Japón y los 73,1 de Suiza.

Si bien los ODS ponen énfasis en la paz (ODS 16), el complejo militar-industrial de Estados Unidos busca guerras abiertas (Afganistán, Irak o Siria son solo algunas)
 y la venta de armas a gran escala. En su reciente visita a Arabia Saudita, Trump firmó un acuerdo para vender más de 100.000 millones de dólares en armas a ese país y alardeó que eso significaría “empleos, empleos y empleos”.

La tasa de homicidios del país asciende a 3,9 por 100.000, la mayor de la Ocde y varias veces superior a la europea (en Alemania es del 0,9). Cada mes hay tiroteos masivos, como la masacre de Las Vegas, pero el poder político del grupo de presión a favor de las armas se opone incluso a limitar las armas de asalto.

Otro tipo de violencia es la encarcelación masiva. Estados Unidos tiene la tasa de encarcelamiento más alta del mundo: 716 reclusos por cada 100.000 personas. Cabe destacar que el país ha privatizado parcialmente sus prisiones, creando una industria cuyo interés prioritario es maximizar el número de presos. El expresidente Obama promulgó una directiva para eliminar gradualmente las cárceles privadas, pero la administración Trump la revocó.

Lomborg también se pregunta por qué Estados Unidos obtiene un bajo puntaje en ‘Colaboración para el logro de los objetivos’, pese a que en 2016 otorgó alrededor de 33.600 millones de dólares en Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD). La respuesta es fácil: con un ingreso nacional bruto de casi 19 billones de dólares, el gasto en AOD del país ascendió a solo un 0,18 % del mismo, alrededor de una cuarta parte del objetivo mundial del 0,7 % del PIB.

La baja clasificación de Estados Unidos en el Índice de ODS no es una crítica al país, es más bien un triste y preocupante reflejo de la realidad. Confío en que un Estados Unidos posterior a Trump se vuelva a comprometer con los valores del bien común, tanto dentro del país como en calidad de socio global para el desarrollo sostenible.

BJØRN LOMBORG Y JEFFREY D. SACHS
Project Syndicate
* Bjørn Lomborg es profesor en la Copenhagen Business School y director de Copenhagen Consensus Center.
* Jeffrey D. Sachs es profesor en la universidad de Columbia y columnista.
en http://www.eltiempo.com/mundo/eeuu-y-canada/estados-unidos-no-esta-cumpliendo-los-objetivos-de-desarrollo-sostenible-de-la-onu-168514