Habla el filósofo de la nueva cultura mundial
Frédéric Martel se volvió una 'estrella' literaria internacional con su ensayo 'Cultura Mainstream'.
Durante cinco años, el periodista y sociólogo francés Frédéric Martel se metió en las entrañas de Hollywood y de Bollywood (la multimillonaria industria del cine indio) intentando entender la geopolítica mundial de la cultura y el entretenimiento. También saltó de MTV a TV Globo, de Brasil, y visitó los multicines de los barrios residenciales de EE. UU. y África subsahariana, donde son escasos. Acompañó al actor Robert Redford a hacer lobby en el Senado americano y se metió en los territorios ocupados de Cisjordania y Gaza para entender la influencia de los medios y de los cantantes árabes.
El resultado de sus viajes es el libro Cultura Mainstream, que editorial Taurus publicó este año en español; un retrato de la "banalización de la cultura", que Mario Vargas Llosa critica en La civilización del espectáculo: el auge y dominio de la cultura de masas. Pero Martel se considera "más optimista que muchos". A diferencia del peruano, él ve la nueva guerra por dominar los contenidos culturales como algo con lo que hay que convivir y procura no tomar posiciones.
¿Por qué usa la palabra inglesa 'mainstream' en el título de su libro?
Creo que hemos usado tanto tiempo los términos 'cultura de masas' y 'cultura popular', que ya no significan nada. Gracias a la globalización y a la digitalización, la cultura es muy diferente hoy de lo que fue en las décadas de 1940 o de 1950. La palabra mainstream (algo así como corriente dominante -aquello que seduce a todo el mundo-) me parece más interesante de usar. Creo que este término sobrepasa la tradicional separación entre el arte y el entretenimiento, entre la cultura local y la global, entre la cultura análoga y la digital.
¿Cree que esa cultura 'mainstream' hace que los espectadores sean menos exigentes?
En Europa, EE. UU. y América Latina creemos en la distinción entre el arte y el entretenimiento. El filósofo alemán Theodor Adorno, por ejemplo, sostenía que el jazz no era música, porque era un entretenimiento de negros. Pero hoy en día esta distinción no funciona. La gente puede leer a Montaigne o a Goethe durante el día y ver Avatar en la noche, sin pensar que está equivocada. Los videojuegos, el arte de Internet, las tiras cómicas, las series de televisión estadounidenses, el diseño y hasta las telenovelas pueden ser arte. Yo confío mucho en el público y creo que es mucho más sofisticado que antes.
¿Dónde quedan entonces la belleza y la importancia del arte?
Star Wars, Toy Story o Avatar pueden ser arte. Internet y la globalización no son sinónimo de menor calidad. Creo que el estándar básico aún se mantiene, pero es menos rígido y jerárquico. Hoy, cada persona tiene su propio criterio y no se deja influir tanto por la prensa y la crítica oficial.
¿Qué papel jugarán los museos, instituciones que desde hace un tiempo luchan por atraer visitantes?
Hay que hacer una distinción importante entre la cultura de reproducción en masa (películas, libros, música, videojuegos...) y la cultura que no sigue esos lineamientos, como son los museos y espectáculos en vivo. Desde hace mucho, hemos podido determinar que el negocio del teatro, la danza y la pintura es diferente al de la reproducción. El número de sillas disponibles en un teatro o de personas admitidas a un museo no se puede multiplicar. Los museos deben estar acordes con las nuevas tecnologías; deben contar con tiendas y restaurantes para financiarse. El Instituto de Artes, en Chicago; el Moma, de Nueva York, o el MFA, de Boston, son buenos ejemplos de modernización interesante; mientras que el Getty, en Los Ángeles, y el Whitney, en Nueva York, son ejemplos de lo que no se debe hacer.
¿Cómo cree que estos cambios afectarán el protagonismo mundial que los productos culturales estadounidenses tienen hoy?
Si mi libro Cultura Mainstream ha sido publicado en 20 países es por una sencilla razón: la conclusión de mi investigación demuestra que los EE. UU. no son los únicos en el concurso cultural mundial. Los países emergentes no solo están surgiendo por su economía, sino también con su cultura y medios de comunicación. Por supuesto, EE. UU. sigue siendo la única superpotencia en este tipo de productos. Sus exportaciones suman más del 50 por ciento de los bienes y servicios culturales del mundo. Europa está en declive, a pesar de tener 27 países, mientras que los países emergentes están en auge, con ejemplos como China, India, Brasil, Sudáfrica, México, Indonesia, Turquía e Irán. Y estoy seguro de que Colombia será un país de cultura emergente.
¿Cómo ha mantenido Estados Unidos ese poder?
Estados Unidos tiene un gran presupuesto público, un poderoso lobby a través del Congreso y de su red de embajadas en el extranjero, una libertad de creación, conglomerados industriales muy poderosos, la cultura del marketing, agencias de talentos y universidades importantes.
¿Cómo se está dando la globalización de los contenidos?
Tenemos una cultura dominante y global, uniforme en los cinco continentes. Sin embargo, eso es solo una pequeña parte del panorama. La cultura local, nacional y regional es mucho más eficiente. En realidad, solo una pequeña parte de la cultura es global. Y esto también es cierto para la digitalización.
¿Qué ejemplos ha encontrado de esta tendencia?
Mire no más las telenovelas en Rusia, los dramas de Asia en África subsahariana, las series turcas en Marruecos. El surgimiento global de Al Yazira (Catar), TV Globo (Brasil), Televisa (México) y CCTV (China) está cambiando la cara global de la cultura. Las telenovelas me resultan muy interesantes, al igual que les feuilletons du Ramadan (telenovelas musulmanas) y los melodramas asiáticos.
¿Por qué prefiere hablar de 'industrias creativas o de contenidos' en lugar de 'industrias culturales'?
'Industrias culturales' es la expresión tradicional, pero no refleja la realidad actual. Hoy en día, la cultura es cada vez menos un producto y se convierte cada vez más en servicios, formatos y corrientes, que no nacen en grandes estudios, como ocurrió en la época dorada de Hollywood. Hoy, las empresas por lo general son independientes y subcontratan a cientos de pequeñas empresas para hacer las películas. Las grandes industrias culturales son vistas, casi siempre, como algo malo, cuando deberían verse de una manera más neutral. Las industrias culturales no son buenas o malas por sí mismas. Eso depende.
Más de un lustro investigando la cultura de masas
'Cultura Mainstream', el sexto libro de Martel, es resultado de una investigación de más de cinco años en los que el sociólogo recorrió Estados Unidos, Europa y partes de África y el Medio Oriente para entender el cambio de la cultura de masas. El libro es de la Editorial Taurus y vale 49.000 pesos.
El autor de la contra-cultura
Frédéric Martel se dio a conocer tras la publicación en inglés de 'The Pink and the Black, Homosexuals in France since 1968' ('Rosa y negro. Los homosexuales en Francia, desde 1968'). 'Cultura Mainstream' fue portada de la sección de artes del diario 'The New York Times' en el 2006.
CARLOS RESTREPO
Cultura y Entretenimiento
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