Relato de Bill Gates sobre reinventar el inodoro y crear uno siglo XXI
Tomado del blog de su fundación, Bill & Melinda Gates Foundation, llamado Impatient Optimists.
Hace un par de semanas estuve en una de las ferias más raras que he visitado en toda mi vida. Nuestra fundación lanzó hace un año una iniciativa para abordar el problema de las condiciones de higiene en los países en vías de desarrollo. Y la llamamos 'Desafío para reinventar el inodoro'.
La semana pasada, hemos participado en la feria 'Reinventar el inodoro', que se ha celebrado en Seattle, donde hemos coincidido con alrededor de doscientos compañeros y especialistas en la materia, además de empresas interesadas en crear servicios sanitarios seguros, económicos y eficaces para gente que no tiene posibilidad de utilizar los váteres con cisterna.
A esta feria acudió gente de diferentes disciplinas: inventores, diseñadores, abogados, inversores, académicos y funcionarios públicos, todos con la intención de aportar soluciones con ideas innovadoras para un problema que existe desde hace mucho tiempo. Allí, tuve la oportunidad de entregar premios a tres universidades que hace un año habían presentado soluciones para recoger y procesar los desechos humanos transformándolos en recursos útiles.
El primer premio fue para el Instituto de Tecnología de California, en Estados Unidos, por diseñar un inodoro de energía solar capaz de producir hidrógeno y electricidad. En segundo lugar quedó Loughborough University, de Reino Unido, por un inodoro que produce carbón biológico, minerales y agua limpia. Y el tercer premio lo consiguió la Universidad de Toronto, en Canadá, por un inodoro que desinfecta las heces humanas y la orina transformándolos en recursos y agua limpia. Además, Eawag (Instituto Federal Suizo para Ciencias y Tecnologías Acuáticas) y Eoos recibieron una mención especial del jurado por sus originales diseños de inodoros interfaz de usuario.
Si lo pensamos bien, los inodoros son muy importantes para la salud pública e, incluso, para la dignidad humana. Los que vivimos en países desarrollados a menudo no nos damos cuenta de su valor.
Durante un viaje que realicé a Sudáfrica en el 2009, conocí a un experto en salud pública que estaba trabajando en mejorar el acceso de los pobres de Durban a los servicios sanitarios. La mayoría de la gente necesitada de Durban (y de cualquier otro lugar) no tiene la posibilidad de conocer la comodidad de un inodoro ni sus beneficios para la salud porque no tiene agua corriente. Los inodoros que utilizamos en los países ricos son totalmente irrelevantes, poco prácticos e imposibles para el 40 por ciento de la población mundial, ya que en la mayoría de los casos no tienen ni agua ni alcantarillado ni electricidad o un sistema de tratamiento de aguas residuales.
En el mundo hay más de 2.500 millones de personas que no tienen acceso a los servicios sanitarios, incluyendo mil millones que aún hoy día defecan al aire libre, y aún más los que utilizan letrinas exteriores.
Más allá de que sea una cuestión de dignidad humana, la falta de acceso a las condiciones sanitarias pone también en peligro la vida de los seres humanos, además de suponer una carga sanitaria y económica para las comunidades más pobres y un daño para el medio ambiente.
El agua y los alimentos contaminados con sustancias fecales producen enfermedades como la diarrea, que mata a un millón y medio de niños cada año, más que las muertes anuales por sida y malaria juntas. La diarrea crónica puede tener consecuencias en el desarrollo cerebral infantil y en su sistema inmunitario. Las consecuencias son especialmente severas para las mujeres y las niñas que no acuden a sus trabajos y a la escuela cuando tienen la regla, que corren el peligro de ser agredidas sexualmente cuando tienen que salir al aire libre a defecar o que utilizan centros públicos por la noche.
Reinventar el inodoro
Si lo pensamos detenidamente, el inodoro es realmente un elemento sanitario bastante anticuado. Pero no cabe duda de que cuando Alexander Cummings, un matemático y relojero escocés, lo inventó en 1775, se convirtió en un importante descubrimiento.
Con el tiempo, ha pasado a ser una solución sanitaria revolucionaria que ha ayudado a mantener a raya ciertas enfermedades mortales como el cólera y a salvar cientos de millones de vidas.
Pero el hecho de que, incluso en la actualidad, cuatro de cada diez personas no tengan posibilidad de utilizar un inodoro indica que es una solución demasiado cara para una gran parte de la población del planeta. Y más aún en una época en la que el agua se ha convertido en un bien cada vez más escaso y valioso. Porque los inodoros requieren diez veces más agua que nuestras necesidades diarias, así que ya no parece que sean una opción inteligente ni sostenible.
Por ello, los avances tecnológicos representan una gran parte de los desafíos de nuestra fundación. Además de fabricar nuevos inodoros que sean asequibles y sostenibles, tenemos que desarrollar soluciones que sustituyan a las letrinas y realicen un tratamiento de los desechos humanos. Asimismo, tenemos que trabajar estrechamente con los gobiernos, los empresarios y las comunidades con el fin de mejorar las condiciones de salubridad, fomentar las inversiones y crear políticas públicas que den todo el apoyo necesario para que triunfen estas soluciones innovadoras.
Una de las cosas más importantes que podemos hacer para reducir las enfermedades y la mortandad infantiles y mejorar la vida de las personas es inventar nuevos tipos de inodoros. Incluso, es algo que puede ayudar a los países más ricos a conservar el agua para otros fines que no sean llenar la cisterna del sanitario.
Aún no tenemos respuestas a las cuestiones planteadas, pero soy optimista cuando pienso que podemos y podremos encontrar soluciones para este problema en un futuro cercano. Tengo igualmente esperanzas en que esta inusual feria estival sea positiva para conseguir nuestros importantes objetivos.
* Traducido por Virginia Solans vía 'El País'. Se publica gracias a la autorización expresa de la Fundación Bill & Belinda Gates.
Bill Gates *
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