Mitos sobre el método científico
20 Feb 2020 - 4:20 PM
No todo el conocimiento que se genera es correcto, práctico y útil. Por ejemplo, en las ciencias biomédicas es un mito decir que solo el conocimiento basado en el método científico es el que importa. Infortunadamente, hay reportes que indican que más del 70 % de las publicaciones biomédicas son inútiles porque no se pueden reproducir y están llenas de conclusiones incorrectas. En el caso del cáncer, un contribuyente significativo al fracaso en los ensayos clínicos es la pobre calidad de los datos preclínicos publicados en artículos considerados como “trascendentales” y que se desarrollaron usando el método científico.
Naturalmente, el 30 % de las publicaciones biomédicas que sí son útiles provienen de académicos que fomentan la más alta rigurosidad en el pensamiento crítico, inquisitivo, ético, curioso y, en muchos casos, traslacional.
Incuestionablemente, el método científico ha sido imprescindible para hacer descubrimientos científicos valiosos y crear inventos tecnológicos fundamentales. Sin embargo, es un mito decir que todos los descubrimientos e inventos, en las ciencias biomédicas, son hechos basados en el método científico. Eso es una impresión epifenomenológica.
Lamentablemente, hay un método científico que funciona muy bien para incrementar el número de publicaciones, citaciones, índice h y el ego de muchos que nunca han creado algo que funcione en el mundo real. De otro lado, hay un método ampliamente ignorado por los profesionales académicos. Una gran cantidad de avances significativos en el conocimiento provienen del tinkering convexo por parte de los profesionales practicantes y no de la teoría y la investigación científica disciplinada por parte de los profesionales académicos.
El conocimiento práctico y útil también surge de hacer, no solo de estudiar. Hay varios ejemplos en el desarrollo de terapias biomédicas y tecnologías electromecánicas que revelan cómo la teoría y el conocimiento surgieron de la práctica, y no al revés. El descubrimiento de un producto médico natural como la penicilina (1928), por Alexander Fleming, es un ejemplo clásico. Similarmente, el doctor Philip Scranton, profesor de la historia de la industria y tecnología en la Universidad Rutgers, mostró que la invención del motor a reacción fue hecha por tinkering ingenieros sin entender “por qué el motor funcionaba”.
Después del descubrimiento de la penicilina —descrito como el descubrimiento médico más importante de todos los tiempos— hubo una búsqueda intensa de compuestos antibacteriales producidos por hongos y microorganismos, lo que generó antibióticos útiles, incluyendo el cloranfenicol (1947), las tetraciclinas (1948), la estreptomicina (1949) y muchos otros.
Recientemente la doctora Mabel Torres, ministra de Ciencias, Tecnología e Innovación (Minctei), ha sido criticada por varias cosas, incluyendo su interés en la ancestralidad y el uso de hongos y otros productos naturales como terapias médicas. Lo que los críticos fallan en divulgar o reconocer es que hasta principios del siglo XX la medicina y la farmacología estaban exclusivamente basadas en productos naturales derivados de las plantas, como la atropina, la tubocurarina, la estricnina, los digitálicos y los alcaloides del cornezuelo del centeno. Incluso, después de la introducción de la química sintética (a finales del siglo XIX) los productos naturales basados en hongos continuaron siendo una fuente importante de drogas nuevas. Particularmente, la misma fuente de hongos que produjo la estreptomicina también produjo la actinomicina D, usada en la quimioterapia contra el cáncer. Otras drogas útiles basadas en hongos incluyen la ciclosporina (1972) y el tacrolimus (1993), usados para prevenir el rechazo de trasplantes. De las plantas también viene el Paclitaxel (1971), impulsado por el Instituto Nacional de Cáncer de EE. UU. y usada en el tratamiento del cáncer de pulmón, ovario y mama, así como el sarcoma de Kaposi. El hecho es que los hongos y la naturaleza han proporcionado algunas de nuestras drogas mas útiles, y la mayor parte de su potencial permanece sin explotar.
Por supuesto, las ciencias biomédicas han evolucionado. Actualmente, aparte de drogas basadas en hongos y química sintética, también tenemos biofarmacéuticos sofisticados que incluyen anticuerpos monoclonales y biespecíficos. Así como terapias basadas en genes, ácido ribonucleico (ARN), células, tecnología digital y tecnología radiactiva. Independientemente de la naturaleza de la droga, la aprobación de una solicitud comercial para el mercadeo y la venta de la droga se debe hacer a través de ensayos clínicos rigurosos, controlados y validados por una autoridad competente.
Mitos sobre la innovación
El principal objetivo del recién creado Ministerio de Ciencias, Tecnología e Innovación (Minctei) es adoptar y dirigir el Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación. En otras palabras, la labor de este ministerio se va a medir mediante la calidad de las estrategias que se formulen y ejecuten para ayudar a proveer al territorio y sus pobladores crecimiento económico y sostenible basado en la ciencia y tecnología.
Para crecer económicamente en una economía abierta se necesitan garantías de competencia justa (principalmente ausencia de corrupción), una estrategia competitiva sostenible y capacidad de innovación real y continua. En ese sentido, no puedo recalcar suficientemente lo crítico que será desarrollar innovaciones de base científica y tecnológica para cumplir las prioridades estratégicas del Minctei. Sin embargo, hay una limitación que debe superarse primero. En Colombia, y en otras partes del mundo, muy pocas personas saben lo que es la innovación. El término “innovación” se ha vuelto tan publicitado, sobreutilizado, mal utilizado y abusado que esencialmente no tiene sentido. ¡Ahora todo es innovación y todos son innovadores! Cuando esto pasa, todo es posible, y cuando todo es posible cualquier cosa es potencialmente importante. Y cuando cualquier cosa es potencialmente importante nada es particularmente importante.
Es un mito decir que la innovación solo se trata de introducir algo nuevo en el mundo.
Cuatro de las personas que más me han enseñado sobre innovación real son el doctor Robert Urban, anterior jefe mundial de Innovación de la compañía Johnson & Johnson; el doctor Irving Wladawsky, Fellow en el MIT y anterior director ejecutivo de Innovación y Estrategia Técnica en IBM; la doctora Fiona Murray, profesora y decana de innovación del MIT, y el doctor Gary Pisano, experto mundial en estrategia de innovación en ciencia y tecnología, profesor y uno de los decanos de la escuela de negocios de la Universidad Harvard. En términos generales, ellos coinciden en que la innovación es más que un producto tecnológico o una patente. La innovación es el proceso de llevar una idea desde su concepción hasta su impacto. Inventos y descubrimientos que funcionan en un laboratorio o en condiciones controladas no son innovaciones, son solo prototipos. Una invención se convierte en una innovación solo si se puede replicar confiablemente en una escala a costos prácticos.
El concepto de escala es importante y va más allá de la posibilidad de capturar valor económico. La escala se logra cuando hay adopción masiva de una innovación, lo que en la mayoría de los casos significa que la innovación genera el beneficio deseado y crea un impacto en la economía, la sociedad o el ambiente.
¡La innovación real es difícil! No solo es difícil llegar a una innovación comercialmente exitosa, sino que es aún más difícil construir una organización y una cultura capaz de crear tales innovaciones una y otra vez.
Mi experiencia en la industria biofarmacéutica y mis colaboraciones con personas como el doctor Daniel Hashimoto, Fellow en el MIT y director del Laboratorio Quirúrgico de Inteligencia Artificial e Innovación del Hospital General de Massachusetts, el hospital más grande de la escuela de medicina de Harvard, y Chris Colbert, el anterior director general del Harvard Innovation Labs, me han demostrado que la innovación no es un método sistemático lineal. La innovación es una travesía que requiere una cultura y un comportamiento innovador. Cada día trae un mayor aprendizaje sobre el proceso de la innovación, cómo funciona y cómo se puede hacer que funcione mejor.
El Viceministerio del Conocimiento, Innovación y Productividad tiene una definición incipiente sobre la innovación. Basado en lo dicho, hay una oportunidad para mejorar esa definición.
En cualquier caso, no es realista esperar que el Minctei vaya a crear una nube mágica que cubra a todos los pobladores del territorio colombiano para que “lluevan” innovaciones reales. Sin embargo, cualquier plan de desarrollo estratégico que esté basado en mitos sobre el método científico y la innovación está destinado al fracaso.
* Fellow en innovación y estrategia del MIT
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