En el futuro, la educación superior, debe hacer honor a su nombre: necesita ser “superior”.
Superior, insistimos, a las enormes posibilidades que el acceso a la red, y el conocimiento de su idioma dominante, ofrecen como compleja posibilidad educativa. Prácticamente sólo será educación superior aquella que éste “ausente” de la red (decir que “poco difundida”, como decíamos en la era del libro, es un error: cualquier información anclada a la red se puede difundir de forma rápida y masiva).
Y esa educación es la que es producto del grado superior a la información: el de la investigación. Especialmente a la investigación que construye, realmente, nuevo conocimiento.
Entonces, allí lo que surge es también la pregunta respecto a qué investigación, y la respuesta es, desde nuestro punto de vista, aquella que asegura una mejor existencia a la humanidad entera, comenzando, obviamente por la que garantice la protección de nuestra única casa planetaria, pasando por el tema de la superación de nuestras debilidades biológicas, nuestras posibilidades de conocimiento y desarrollo cerebral, de mecanismos diversos que apunten a superar la pobreza, la miseria, la escases de agua, etc. Pero esencialmente de la investigación para la felicidad. De entender los mecanismos que hacen a los humanos más felices, pues bien poco sabemos de ello.
Finalmente, hasta el cansancio insistiremos en que las comunidades universitarias, en el mundo entero son privilegiadas, y al serlo, tienen una enorme deuda, una enorme responsabilidad social, que deben, que necesitan pagar con las comunidades menos privilegiadas, tal vez descubriendo que buena parte de la felicidad que buscamos está asociada a la energía divina que produce el servicio desinteresado al prójimo.
Conferencia Mundial de Educación Superior (CMES)
De Paris 98 a Paris 2009
UNESCO preguntas temas de trabajo
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