(Septiembre 4, 2006)
Lo primero que recuerdo es que no había lavamanos. En el inquilinato donde nací había un sólo inodoro (de niño creí que quería decir “in-oloro”, pero ello era, olfativamente falso) el cual compartíamos seis familias. Unas latas encerradas con un feo y deteriorado inodoro en su centro, ubicadas en el patio que conectaba las 6 piezas con la parte trasera de la casa de mi abuela materna: la propietaria del inquilinato. Por cierto era un inodoro en medio de dos cocinas. La comunitaria que compartían –previo pago de algo adicional- algunas familias del inquilinato y la cocina de mi abuela que estaba ubicada en la parte trasera de su casa de bahareque: Sala, dos piezas y cocina.
Las familias también compartían un lavadero de ropas y el baño, que en realidad era un cuarto con “revoque” nunca pintado y lleno de lama, sin techo, en cuyo centro en la parte superior había un tubo del cual salían chorros de agua semi controlables con una llave que realmente era una puntilla oxidada. A su lado había un lavadero secundario que nadie utilizaba: tal vez por la lama que lo cubría al lado de su primo. Pero en ninguna parte había un lavamanos. Ni nada que se le pareciera. Quienes se lavaban las manos, cuando la suciedad o la tierra los desbordaba, lo hacían en los lavaderos. Que –imagino- son los padres de los demás “lava”…”platos”, “manos”, etc…
El lavamanos no estaba ni siquiera en la casa de mi abuela. Al lado de la cocina, que todavía conservaba características de cocina de finca (seguramente el patio que habían convertido en inquilinato algún día lo asociaron culturalmente a una finca de una corta parcela), se encontraba el inodoro de mi abuela y de mis tíos. Era tan deslucido como el de los inquilinos. Pero era independiente y si estaba lloviendo o era de noche podías dirigirte a él sin mojarte y sin miedo. Tampoco había lavamanos. Mi abuela tenía que compartir el lavadero con sus inquilinos: ella no tenía uno propio, seguramente era el lavadero original antes de construir el inquilinato. Al lado de su cocina, había un lava-múltiple ese sitio de lo vi. utilizar como lavaplatos, como ocasional lavadero de ropas e imagino que se utilizo como lavamanos: pero no era el lavamanos que conocemos en los últimos lustros, aquel lavamanos hermanado directamente al inodoro y al que se le asignó la función higiénica exacta de lavarse las manos después de “dar del cuerpo” como decía la mama del desafortunado protagonista del monologo comedia “Pelota de letras”.
En fin, aquellos 70`s en esa Pereira que nacía a la independencia política liberal de la Caldas y Manizales conservadora…conservadora más cultural que políticamente; no tenía, al menos en sus estratos populares una clara relación con el “lavamanos”, así como siglos atrás muchos no la tuvieron con ningún tipo de “lava”…de “lavar”.
En la cuadra siguiente, al doblar la esquina, se encontraba la casa de mi otra abuela, la paterna. Era una casa descomunal comparada con la otra, creo que doblaba o triplicaba en espacio la propiedad de la abuela materna, con la cual, por cierto colindaban en una esquina común. En esa casa creo haber visto un lavamanos. Pero haberlo visto perdido en el espacio de un corredor, y por ningún lado asociado al baño o al inodoro; no, era un objeto que estaba en esa casa, pero que estaba en un no-sitio, como si alguien hubiera dicho que era moderno tener un lavamanos y mis abuelos paternos le hubieran dado gusto a regañadientes.
A dos cuadras de allì, en ese sector que años atrás fuera “la galeria” o “la plaza de mercados” de Pereira, lo cual se reflejaba aún por la presencia de cantinas y bares en ciertas esquinas, o por la existencia del inquilinato relatado; se encontraba la casa de un tío materno, con nombre de prócer conservador Laureano Gómez. Curiosamente, de no ser por el patio que tenía su madre, la casa hubiera sido igual: un corredor con habitaciones a los lados que conducían en su ante final a la cocina, en su pre final al lavadero y al baño, y al final, al fondo, a un patio. Pero, otra vez, no encuentro el lavamanos. No hay lavamanos. Nuevamente coinciden Cocina-puerta-lavadero-inodoro-patio…pero el lavamanos no está. Empero había una diferencia clara, tal vez por la formación en ciernes de uno de mis primos quien hoy es medico, en esa casa si, lentamente, se instituyó la tarea de lavarse las manos al salir del inodoro en el lavadero de ropas que le quedaba contiguo. Con el paso de los tiempos y de las afugias materiales, ese mensaje simbólico se plasmo materialmente en un lavamanos colocado, tal cual lo mandaban las normas visibles establecidas en los estratos altos, al lado del inodoro.
Creo que entendí el tema de los lavamanos al acompañar a mis padres a cuidar casas de habitantes del sector quienes, conociéndolos, les confiaban sus casas cuando salían a vacacionar. No estaban extendidas las alarmas pero si los vecinos cuidanderos. Ellos eran clase media, nosotros baja…no se cuán baja, pero “pobres”. En una casa encontré que al lado de la entrada a un minúsculo inodoro, creo que con un baño como hermano gemelo (en todo este relato la cercanía de estos sitios es clara…podríamos preguntarnos si ¿viene de la asociación río/baño – campo abierto/inodoro?) se encontraba un lavamanos, pero todavía distanciado levemente del inodoro. Fue mi primer lavamanos y el primero donde al ver que mi padre se afeitaba frente al espejo intente hacer lo mismo.
El segundo, fue realizando exactamente la misma labor de seguridad, en otra casa, distanciada tal vez media cuadra de la primera, donde entendí que el lavamanos tenía un sitio exacto: dentro del baño, al lado del inodoro. Yo seguía viviendo en la mejor pieza del inquilinato. Pero no tenía una casa, y menos, un lavamanos.
Por años no volví a encontrarlo, pues al llegar los 80´s mis padres se vincularon a un plan de autoconstrucción. En aquellos sitios, de “mangas” otrora cafetales, donde no había alcantarillado, pues sólo había letrinas; no había electricidad, pues sólo había velas; no había agua, pues lo que había era “porrones” que cargar en tanques aprovisionados con mangueras; no había lavaderos, lo que había eran unos “pozos” donde se extraía el agua y se lavaba en lavaderos de madera; donde no había, no había y no había…creo que lo que menos les importaba era si había o no lavamanos…cuando se trata de sobrevivir, la higiene, la puntual; se vuelve secundaria y si se quiere “un lujo”, en un ciclo donde al ponerla de secundaria retroalimenta las dificultades de la sobrevivencia.
Al mirar en retrospectiva entiendo algo: la institucionalidad (estatal, Jerárquica, De Dominancia) del lava-mano. Pues durante esos años solamente el sistema educativo me recordaba su existencia. Había lavamanos –al lado de los inodoros- en las escuelas y en los colegios…la vida siguió y los lavamanos con ella.
Lo primero que recuerdo es que no había lavamanos. En el inquilinato donde nací había un sólo inodoro (de niño creí que quería decir “in-oloro”, pero ello era, olfativamente falso) el cual compartíamos seis familias. Unas latas encerradas con un feo y deteriorado inodoro en su centro, ubicadas en el patio que conectaba las 6 piezas con la parte trasera de la casa de mi abuela materna: la propietaria del inquilinato. Por cierto era un inodoro en medio de dos cocinas. La comunitaria que compartían –previo pago de algo adicional- algunas familias del inquilinato y la cocina de mi abuela que estaba ubicada en la parte trasera de su casa de bahareque: Sala, dos piezas y cocina.
Las familias también compartían un lavadero de ropas y el baño, que en realidad era un cuarto con “revoque” nunca pintado y lleno de lama, sin techo, en cuyo centro en la parte superior había un tubo del cual salían chorros de agua semi controlables con una llave que realmente era una puntilla oxidada. A su lado había un lavadero secundario que nadie utilizaba: tal vez por la lama que lo cubría al lado de su primo. Pero en ninguna parte había un lavamanos. Ni nada que se le pareciera. Quienes se lavaban las manos, cuando la suciedad o la tierra los desbordaba, lo hacían en los lavaderos. Que –imagino- son los padres de los demás “lava”…”platos”, “manos”, etc…
El lavamanos no estaba ni siquiera en la casa de mi abuela. Al lado de la cocina, que todavía conservaba características de cocina de finca (seguramente el patio que habían convertido en inquilinato algún día lo asociaron culturalmente a una finca de una corta parcela), se encontraba el inodoro de mi abuela y de mis tíos. Era tan deslucido como el de los inquilinos. Pero era independiente y si estaba lloviendo o era de noche podías dirigirte a él sin mojarte y sin miedo. Tampoco había lavamanos. Mi abuela tenía que compartir el lavadero con sus inquilinos: ella no tenía uno propio, seguramente era el lavadero original antes de construir el inquilinato. Al lado de su cocina, había un lava-múltiple ese sitio de lo vi. utilizar como lavaplatos, como ocasional lavadero de ropas e imagino que se utilizo como lavamanos: pero no era el lavamanos que conocemos en los últimos lustros, aquel lavamanos hermanado directamente al inodoro y al que se le asignó la función higiénica exacta de lavarse las manos después de “dar del cuerpo” como decía la mama del desafortunado protagonista del monologo comedia “Pelota de letras”.
En fin, aquellos 70`s en esa Pereira que nacía a la independencia política liberal de la Caldas y Manizales conservadora…conservadora más cultural que políticamente; no tenía, al menos en sus estratos populares una clara relación con el “lavamanos”, así como siglos atrás muchos no la tuvieron con ningún tipo de “lava”…de “lavar”.
En la cuadra siguiente, al doblar la esquina, se encontraba la casa de mi otra abuela, la paterna. Era una casa descomunal comparada con la otra, creo que doblaba o triplicaba en espacio la propiedad de la abuela materna, con la cual, por cierto colindaban en una esquina común. En esa casa creo haber visto un lavamanos. Pero haberlo visto perdido en el espacio de un corredor, y por ningún lado asociado al baño o al inodoro; no, era un objeto que estaba en esa casa, pero que estaba en un no-sitio, como si alguien hubiera dicho que era moderno tener un lavamanos y mis abuelos paternos le hubieran dado gusto a regañadientes.
A dos cuadras de allì, en ese sector que años atrás fuera “la galeria” o “la plaza de mercados” de Pereira, lo cual se reflejaba aún por la presencia de cantinas y bares en ciertas esquinas, o por la existencia del inquilinato relatado; se encontraba la casa de un tío materno, con nombre de prócer conservador Laureano Gómez. Curiosamente, de no ser por el patio que tenía su madre, la casa hubiera sido igual: un corredor con habitaciones a los lados que conducían en su ante final a la cocina, en su pre final al lavadero y al baño, y al final, al fondo, a un patio. Pero, otra vez, no encuentro el lavamanos. No hay lavamanos. Nuevamente coinciden Cocina-puerta-lavadero-inodoro-patio…pero el lavamanos no está. Empero había una diferencia clara, tal vez por la formación en ciernes de uno de mis primos quien hoy es medico, en esa casa si, lentamente, se instituyó la tarea de lavarse las manos al salir del inodoro en el lavadero de ropas que le quedaba contiguo. Con el paso de los tiempos y de las afugias materiales, ese mensaje simbólico se plasmo materialmente en un lavamanos colocado, tal cual lo mandaban las normas visibles establecidas en los estratos altos, al lado del inodoro.
Creo que entendí el tema de los lavamanos al acompañar a mis padres a cuidar casas de habitantes del sector quienes, conociéndolos, les confiaban sus casas cuando salían a vacacionar. No estaban extendidas las alarmas pero si los vecinos cuidanderos. Ellos eran clase media, nosotros baja…no se cuán baja, pero “pobres”. En una casa encontré que al lado de la entrada a un minúsculo inodoro, creo que con un baño como hermano gemelo (en todo este relato la cercanía de estos sitios es clara…podríamos preguntarnos si ¿viene de la asociación río/baño – campo abierto/inodoro?) se encontraba un lavamanos, pero todavía distanciado levemente del inodoro. Fue mi primer lavamanos y el primero donde al ver que mi padre se afeitaba frente al espejo intente hacer lo mismo.
El segundo, fue realizando exactamente la misma labor de seguridad, en otra casa, distanciada tal vez media cuadra de la primera, donde entendí que el lavamanos tenía un sitio exacto: dentro del baño, al lado del inodoro. Yo seguía viviendo en la mejor pieza del inquilinato. Pero no tenía una casa, y menos, un lavamanos.
Por años no volví a encontrarlo, pues al llegar los 80´s mis padres se vincularon a un plan de autoconstrucción. En aquellos sitios, de “mangas” otrora cafetales, donde no había alcantarillado, pues sólo había letrinas; no había electricidad, pues sólo había velas; no había agua, pues lo que había era “porrones” que cargar en tanques aprovisionados con mangueras; no había lavaderos, lo que había eran unos “pozos” donde se extraía el agua y se lavaba en lavaderos de madera; donde no había, no había y no había…creo que lo que menos les importaba era si había o no lavamanos…cuando se trata de sobrevivir, la higiene, la puntual; se vuelve secundaria y si se quiere “un lujo”, en un ciclo donde al ponerla de secundaria retroalimenta las dificultades de la sobrevivencia.
Al mirar en retrospectiva entiendo algo: la institucionalidad (estatal, Jerárquica, De Dominancia) del lava-mano. Pues durante esos años solamente el sistema educativo me recordaba su existencia. Había lavamanos –al lado de los inodoros- en las escuelas y en los colegios…la vida siguió y los lavamanos con ella.
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