lunes, junio 22, 2015

Menos del tres por ciento de la población que es privada de la libertad tiene una condición siquiátrica antisocial psicópata

A veces es posible ver un muchacho que nunca antes había tocado un instrumento musical, ejecutarlo con desteza gracias a las terapias y a su aceptación.
En promedio en el Centro de Atención Especializada “Marceliano Ossa” de Pereira hay 140 menores pagando sus deudas con la sociedad, muchos de ellos provenientes de hogares en la miseria, consumidores de sustancias psicoactivas y con bajos niveles de escolaridad.
Entre estos, hay algunos que han cometido actos delictivos desde los seis u ocho años. A veces, hasta sus propios familiares los proveen de las drogas y justifican sus actos delictivos, Aún así, el 60 por ciento de ellos, logran su rehabilitación, según afirmó para LaTarde el sicólogo Iván Rendón Giraldo, director del CAE, a cargo desde hace diez meses de la fundación Hogares Claret.
¿De cada cien muchachos que llevan allá, cuántos se rehabilitan?
Más del 60 por ciento.
¿Qué porcentaje hay de reincidencia?
El último porcentaje que medimos, que fue en febrero, es del 14 por ciento.
¿Cuál es el imaginario de esos muchachos, qué sueñan, qué quieren llegar a ser?
Menos del tres por ciento de la población que es privada de la libertad tiene una condición siquiátrica antisocial psicópata. Cuando uno empieza a hacer intervención, a darles herramientas educativas, terapéuticas, artísticas, el muchacho empieza a participar en la construcción de su proyecto de vida, a obtener una posición crítica frente a la sociedad y da unos cambios sorprendentes. Muchachos que entran sin estudio empiezan a tener una disciplina académica, formativa, terapéutica, a levantarse a cierta hora, comer a cierta hora, a hacer círculos, a respetar una norma, un pacto de convivencia, de tener un diario vivir y a percibir que la vida se puede manejar si se organiza.
¿La semana pasada hubo una fuga de cinco menores, por qué se dan estas situaciones que, para ustedes deben ser angustiosas?
Angustiosas y complicadas legalmente, porque nosotros tenemos que responder por esas fugas. Desde que recibimos el CAE, hemos tenido dos fugas, en abril de un usuario y el martes pasado cinco usuarios. El de abril fue recapturado y de los cinco que se volaron la semana pasada, uno se entregó voluntariamente y dos fueron recapturados. Se fugan porque, así nosotros tengamos un proceso terapéutico, el ser humano no está hecho para estar encerrado, sino para estar libre.
¿Cuál es el epílogo de estas fugas?
Uno encuentra de todo: la familia que demuestra su disfuncionalidad apoyando al muchacho para que todo el tiempo esté negando su condición de pagarle a la sociedad, y lo apoyan diciéndole: “mijo, usted no hizo nada”, pero también hay familias que le dicen al muchacho: “usted le paga a la sociedad y si a mí me toca traerlo de las orejas, lo traigo”.
¿Hay familiares que le llevan la droga al muchacho al CAE?
Desde que llegamos al CAE hemos identificado a través de las requisas que se hacen los domingos a 3 familiares ingresando drogas. Los tres han sido capturados y judicializados.
¿Que siente usted cuando ve semejante alcahuetería de los padres?
Primero se siente frustración de saber que el trabajo que se esta haciendo puede ser derrumbado en una hora de consumo, pero también se llega a la comprensión de que definitivamente la familia es un factor fundamental a trabajar y por eso nosotros tenemos el Instituto de la Familia Claretiana, que trabaja cada quince días dos horas con las familias, en un programa donde las familias se gradúan y reciben un certificado al cabo de cuatro módulos. Pero es triste que de un cien por ciento de las familias, solo el 30 por ciento asiste a estos talleres.
¿Cómo logran acceder a la Universidad los que la están cursando?
Hay una ventaja que tienen y es que por ser población vulnerable ellos tienen prioridad en los listados de espera del Sena y de las universidades, prioridad en el listado pero no en el ingreso. O sea que se les tiene en cuenta como primeros pero igual tienen que pasar las pruebas que la institución requiera y cumplir los requisitos.
¿Que papel juega la religión en la resocialización de estos jóvenes, habida cuenta que ustedes son Hogares Claret?
Ninguno, nosotros tenemos cuatro pilares que son la espiritualidad, la filosofía scout, la meditación trascendental y la comunidad terapéutica, siendo que tenemos una génesis católica, porque fuimos fundados por misioneros claretianos, el padre Gabriel Antonio Mejía, pero no somos religiosos. Es decir, nosotros en ninguna parte de nuestro modelo aplicamos religión sino espiritualidad porque vemos al ser humano como un ser holístico y practicamos algunas actividades espirituales como la meditación trascendental.
¿Ha visto algún muchacho resocializado?
A diario. Hace un mes yo iba en un taxi por la avenida Belálcazar y a un muchacho me había dicho que su vida era la delincuencia y que no tenía otro camino cuando saliera, lo vi trabajando, descargando una madera de un camión. Eso me alegró. Saber que se estaba esforzando, siguiendo el camino.
¿Cuál es el mayor prejuicio social de que son blanco los muchachos?
El mayor prejuicio que tiene la sociedad y que se derrumba, es que los muchachos no tienen arreglo, el prejuicio es que la juventud del mundo es irrecuperable y ese es un gran error.
¿Cuál su mayor satisfacción?
El mejor pago que recibo es ver a un muchacho que cambia su perspectiva de vida y que entiende que lograr sus metas a través del esfuerzo, de la formación, que ser un ciudadano de bien es otro camino alterno a la delincuencia y teniendo las dos opciones elige el que le acabo de decir.
¿Como se despide cuando pagan su deuda?
Les digo que me siento orgulloso de que hayan terminado su proceso y los acompañaré en el momento que lo necesiten. Siempre cuando están a punto de dejarnos. Les digo: “Adiós, ojalá no vuelva por acá”.
Publicada por
LUIS FERNANDO CARDONA G

en http://www.latarde.com/noticias/area-metropolitana/152455-detras-de-los-muros-del-cae-marceliano-ossa

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