Es un hecho: los jóvenes son proclives a consumir drogas a edades cada vez más tempranas. A los 12 años, muchos escolares tienen su primer contacto con el cigarrillo y el alcohol.
Así lo demuestra el ‘Estudio Nacional de Consumo de Sustancias Psicoactivas en Población Escolar del 2011’, según el cual, al menos el 12,1 por ciento de todos los estudiantes colombianos declaró en algún momento de su vida haber consumido sustancias de las llamadas ilícitas, como marihuana, cocaína, popper y disolventes.
De acuerdo con María Mercedes Dueñas, jefa del área de reducción del consumo de drogas de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), estos datos contrastan con la percepción que tienen los padres de sus hijos: la mayoría cree que ellos jamás probarían las drogas. Y refuerzan este pensamiento con la premisa de que, como los muchachos están “muy bien educados”, es difícil que tengan contacto con sustancias peligrosas.
Desafortunadamente, y tal como lo revelan las últimas encuestas en ese sentido, en más de la mitad de los casos los papás acaban enterándose del consumo de sus hijos cuando ya han avanzado en esta conducta.
Buscando llenar este vacío, la oficina UNODC, dentro de su campaña ‘Las drogas pueden cambiar tus planes: métele mente y decide’, pone en conocimiento de los padres una serie de señales que pueden evidenciar el uso de drogas. El objetivo es que, de presentarse el caso, las familias puedan reaccionar bien y a tiempo.
Augusto Pérez, director de la Fundación Nuevos Rumbos y Ph. D. en Drogadicción, dice que, contra lo que muchas personas creen, saber identificar si alguien está consumiendo sustancias psicoactivas no es tan evidente, salvo en fases avanzadas.
Por ejemplo, dice el especialista, los ojos rojos no son necesariamente indicadores del consumo de marihuana. Los consumos ocasionales de drogas son mucho más difíciles de detectar, sobre todo con sustancias como el éxtasis.
Tras analizar el tema, tanto Dueñas, de la UNODC, como Pérez coinciden en 10 indicadores claves que, tomados en conjunto, podrían activar las alarmas.
Pérez insiste en que ninguno de estos signos por sí solo es un indicador fidedigno, pero encontrarlos en posesión de restos de drogas o de artefactos raros (asociados al consumo) es importante, sobre todo si la respuesta es aquella tan común: “un amigo me lo dio para que se lo guardara”.
Fuente: libro ‘Profesión papás’, de Augusto Pérez, Ph. D. en Drogadicción, director de la Fundación Nuevos Rumbos.
1. Cambio abrupto de amigos. Es muy importante tener en cuenta esta situación, sobre todo si las nuevas amistades presentan comportamientos inusuales o muy diferentes de los que caracterizaban a su hijo.
2. Gastos misteriosos. Cuando los gastos sean excesivos, sin que exista evidencia de en qué se invirtió, los papás deben abrir los ojos porque algo puede estar pasando.
3. Pérdida de objetos o dinero de la casa. Este indicio es importantísimo: como los jóvenes no tienen dinero, echan mano de lo ajeno para conseguir lo que quieren.
4. Cambios de hábitos. Si de la noche a la mañana un adolescente deja de hacer deporte, empieza a interesarse por la vida nocturna, cambia los horarios de alimentación de manera brusca o tiende a encerrarse, préstele atención.
5. Fluctuaciones en el estado de ánimo. Esté atento si su hijo pasa de la tranquilidad a la agresividad, irritabilidad o al mal genio de manera casi inexplicable. Aunque estos cambios pueden ser comunes en los adolescentes, en caso de que se vuelvan persistentes présteles atención.
6. Mentiras frecuentes. Si el joven presenta inconsistencias al preguntarle con quién estaba o qué estaba haciendo, indague sobre esta situación, sobre todo si se vuelve una conducta repetitiva.
7. Descuido personal. Ojo a los cambios bruscos en los hábitos de aseo y al desarreglo; algunos jóvenes prefieren guardar el dinero que les puede llegar para no invertir ni siquiera en ropa.
8. Bajo rendimiento escolar o deserción. Esta es una señal vital, sígale la pista, sobre todo si tradicionalmente su rendimiento había sido bueno.
9. Periodos inexplicables de enfermedad. Los jóvenes pueden buscar incapacidades por salud para invertir el tiempo en otra cosa.
10. Ruptura de vínculos familiares. Aunque es algo común en los adolescentes, por lo menos se mantienen algunos lazos, pero la pérdida de todos es una señal importante de alarma.
¿Qué hacer?
Prepárese. Independientemente de la educación de su hijo, usted debe estar preparado para hablar con él del tema a partir de los 11 años y de manera seria.
Información. Tenga claro que mientras sus hijos no sean mayores de edad, usted debe saber siempre dónde y con quién están. Eso debe ser una exigencia permanente.
Confronte. Si tiene sospechas o dudas, no se quede callado; siéntese inmediatamente con su hijo y confróntelo sin agresividad, simplemente charlando.
Actúe. Si sus sospechas se incrementan, encuentra señales de consumo o la parafernalia utilizada con ese fin, mándele a realizarse un examen toxicológico.
Inventario. Haga una lista de los amigos, los gastos, actividades y rendimiento académico del joven para hacerle un seguimiento permanente.
No se apresure. Si tiene que tomar decisiones frente a tratamientos por certezas de consumo, consulte a una persona experimentada en este tema. Recuerde que un médico general o un psicólogo no necesariamente saben cómo ayudar.
Revise. No lleve directamente a su hijo a los centros de tratamiento. Primero solicite explicación en detalle de los modelos de intervención, de las reglas de funcionamiento y verifique si cumple con los estándares éticos internacionales.
Denuncie. Cuénteles a las autoridades si encuentra personas cercanas que están induciendo el consumo o promueven la venta de estas sustancias; también si halla sitios con ofertas de tratamientos sospechosos.
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