¿Y dónde están nuestros valores? ¿Cuál es nuestro aporte a una sociedad mejor?
Carta completa
¿Y dónde están nuestros valores? ¿Cuál es nuestro aporte a una sociedad mejor?
Quiero confesarles que hoy tengo un profundo pesar; hoy amanecí triste.
Esto que les voy a narrar pasó, desafortunadamente, en nuestra organización:
Un funcionario se ufanaba ante sus compañeros porque le había ‘metido un gol’ al ÉXITO. Esta persona ingresó a la página de internet de la cadena de almacenes, y dentro de las ofertas encontró un nevecón con un precio de 400 mil pesos… Se trataba de un error involuntario ya que el valor real del producto era de cerca de 4 millones de pesos. Inmediatamente, incitó a sus compañeros a que ‘aprovecharan esta situación’, que no fueran ‘bobos’, que compraran ‘así fuera para revender’. Ya sabían del error, y en medio de nuestra cultura de viveza y de sentirnos orgullosos de ser avispados, muchos de nuestros compañeros compraron nevecones. El ÉXITO cumplió y perdió: a las casas de los funcionarios-compradores llegaron los electrodomésticos. A lo mejor están guardados, empacados, esperando ser revendidos.
Ante esta situación pregunto: ¿Les parece justo? ¿Acaso nosotros no debemos ser impecables en nuestro comportamiento dentro y fuera de nuestra organización? ¿Podemos hablar de valores cuando no los practicamos?
¿Qué trascendencia les damos a los valores? No es una pregunta limitada a los valores corporativos. Pregunto por los valores en la vida que, al final, son creencias compartidas y compartibles en todos los espacios: en la casa, en el trabajo, con los amigos, en nuestras diarias actuaciones.
Puede parecer un tema etéreo, pero es tan esencial que por eso me parece importante compartir esta reflexión con todos mis compañeros. Para ser más concretos, la pregunta que planteo es: al advertir el error de otro, ¿me aprovecho de la situación o apoyo la corrección?
¿Qué pasaría si fuera alguno de nosotros quien cometiera un error en el ofrecimiento de un producto? ¿Esperaríamos la comprensión y el apoyo de los clientes? ¿O veríamos como normal que se aprovecharan de nuestro error? Siempre tenemos que ponernos en los zapatos del otro. Ya lo dice el reconocido adagio popular: ‘no le hagas a los demás lo que no quieres que te hagan’.
En estos días leí en nuestra Intranet corporativa un artículo que hacía referencia al inadecuado uso del concepto ‘malicia indígena’. Me alegró mucho ver que estos temas se estén abordando al interior de nuestra organización y el nivel de respuesta que este planteamiento originó. Me queda la sensación de que esas ‘vivezas’ pueden ser valoradas como una manifestación de corrupción que no podemos admitir.
Todos tenemos obligaciones legales y morales, y es fundamental establecer la importancia y complementariedad entre ellas. Puede ser que aprovechar el error del otro legalmente no tenga problemas porque el fallo no es mío. Pero ¿moralmente qué pasa? ¿En dónde quedan los valores que definen la obligación que tenemos de no aprovecharnos de los errores del otro?
Nosotros en el Grupo Bancolombia tenemos unos valores fundamentales: cercanía, respeto, calidez e inclusión. Pero es una elección que hicimos que no excluye el reconocimiento y aplicación de muchos otros preceptos de vida que nos ayudan a ser mejores, por ejemplo, la confianza. Siempre será fundamental entender y aplicar la diferencia entre la oportunidad y el oportunismo; todas nuestras actuaciones suman y en cada paso nos jugamos la confianza que los demás depositan en nosotros. Con cada una de nuestras acciones comprometemos nuestra reputación, nuestro nombre.
Invito a todos para que siempre seamos coherentes entre lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos. Pero sobre todo, los invito a que aprovechemos este proceso de transformación hacia una banca más humana como una oportunidad para nuestras vidas: creemos valor a través de los valores.
Ojalá podamos, todos los días de nuestras vidas, mirar a nuestros hijos y seres queridos a sus ojos y poderles decir, con orgullo, que somos seres íntegros en toda la extensión del concepto. Porque la integridad no admite términos medios: se es o no se es.
Hoy amanecí triste y quise compartir las razones de este sentimiento con ustedes. Los invito a reflexionar, a pensar y a actuar con principios, con integridad: esto depende de cada uno de nosotros.
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