El arte de difundir rumores
Angel Alayón *
en http://www.saladeprensa.org/art1043.htm
Gabriela de Vásquez se resistía a creer lo que la voz en el teléfono le decía con tanta claridad: su esposo le era infiel desde hacía cinco meses con Julia, una atractiva compañera de trabajo. Eso explicaba los viajes y el trabajo hasta bien entrada la noche. Martín, según la voz, llevaba una doble vida. Gabriela no quería creer, pero se anidó en su pensamiento una pequeña duda que fue creciendo hasta lograr que la convivencia cotidiana con Martín fuera áspera, incómoda. Ella, al tiempo, decidió confrontarlo. Él lo negó todo. Ella dijo que sabía que negaría todo. Y la confianza se fue erosionando. Era cuestión de tiempo para que conflictos mayores hicieran su aparición. Dos años después de la llamada, la pareja introducía los papeles para el divorcio. Gabriela nunca estuvo segura de la infidelidad de Martín. Martín nunca entendió lo que sucedió pues, en verdad, nunca le fue infiel a su esposa.
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La redes sociales (Twitter, Facebook) son medios fértiles para la divulgación de rumores. Allí hemos sido testigo de muertos que resucitan en horas, bancos que quiebran pero que en realidad están solventes, secuestrados que se enteran de su presunta situación cuando están tomando un tranquilo baño de playa con la familia y la lista podría continuar con temas de mayor sensibilidad política. Son rumores. Falsos. Pueden ser poderosos. Pueden destruir matrimonios, acabar con la carrera de un político o de un artista, quebrar instituciones financieras y ocasionar conmoción social. Y algo tan poderoso vale la pena tratar de entenderlo.
Cass Sunstein se ha especializado en estudiar el fenómeno de los rumores, esas especulaciones que se transmiten con rapidez y que son creídas por ciertas personas a pesar de que su contenido es falso y no existe evidencia concreta y directa que permita comprobar la veracidad de la información. En el libro Rumores (Debate), Sunstein trata de responder por qué hay personas que divulgan informaciones falsas y otras que las creen. La respuesta y sus implicaciones son de interés para el debate sobre la democracia y la libertad de expresión.
La probabilidad de que una persona crea un rumor depende de lo que pensaba sobre el tema antes de escuchar el rumor. Si usted cree que dentro de un partido político hay políticos corruptos y escucha el rumor de que un miembro de ese partido ha incurrido en actos de corrupción, es muy probable que usted crea en ese rumor. El rumor, aunque falso, será creíble en la medida de que las convicciones previas predisponen a la gente a creer. Como dice Sunstein: “Si usted es propenso a detestar a una figura pública, o de hecho, disfruta pensando las peores cosas de ella, tendrá motivos para pensar que los rumores perjudiciales sobre dicha figura son verdad incluso si rayan en lo increíble.” No procesamos la información de manera neutral. Nuestras creencias y prejuicios filtran y sesgan la información que recibimos.
Las convicciones previas no son el único motivo por el que podemos llegar a creer un rumor falso. Si un rumor es creído por un número suficiente de personas, otras empezarán a creer el rumor a menos que haya buenas razones para creer que el rumor es falso, plantea Sunstein. En materia de rumores, las creencias y el número de personas que le den credibilidad al rumor importa para su potencial de expansión. Experimentos demuestran que si una persona encuentra que la mayoría de un grupo al que pertenece sostiene que una determinada información es cierta, bien sea por conformismo o por presión social, la persona tenderá a alinearse con la opinión del grupo.
Las redes sociales —y en general internet— han facilitado la polarización de grupos. En palabras de Sunstein: “Cuando los miembros de un grupo tienen una suposición previa y oyen un rumor, las deliberaciones internas reforzarán la noción de que su creencia está en lo cierto.” Pero no sólo de que su creencia está en lo cierto: cuando estas comunicaciones se establecen entre personas que sostienen la misma creencia, los miembros del grupo terminarán con posiciones y opiniones muchos más extremas a las que sostenían originalmente. Los rumores pueden funcionar como pastores que conducen a los fieles a posiciones extremas, alejando a los miembros de la sociedad de posiciones más fáciles de conciliar en un sistema democrático.
Contrario a lo que algunos pueden pensar, refutar un rumor falso puede ser contraproducente bajo determinadas circunstancias. La refutación puede, al contrario de lo que se pretende, reafirmar la credibilidad del rumor entre los creyentes y lograr que muchas más personas conozcan del tema, amplificando el efecto original. Por lo que el dicho “No aclares, que oscureces” puede haber encontrado asidero empírico en los trabajos que sirven de referencia a Sunstein.
Las ideas de Sunstein implican que debemos tener la guardia alta en relación con la información que recibimos. Y, en este caso, la mejor defensa es comprender cómo la sicología —creencias, emociones y prejuicios— y las creencias de nuestros grupos de referencia influyen en lo que estamos dispuestos a creer.
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La llamada a Gabriela tuvo una mala intención: desestabilizar la vida familiar de los Vázquez. Y, en ese caso, el falso rumor lo logró. Fue un caso que conocí de cerca. He cambiado los nombres para proteger la identidad de los protagonistas… y evitar rumores.
* Angel Alayón es economista venezolano, director de la revista digital Prodavinci, donde publicó este texto que nos autorizó reproducir como su primera colaboración para Sala de Prensa.
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